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JAVIER GONZALEZ PRESENTA DOS CUENTOS SOBRE EVITA

El martes pasado la columna tuvo como protagonista a Jean Paul Sartre, un intelectual que se caracterizó por su enorme grado de compromiso.
Hoy quisiera referirme a dos cuentos escritos por intelectuales argentinos, quienes al igual que el filosófo y escritor francés, se caracterizaron por lo comprometido de sus obras.
Se trata de David Viñas y de Rodolfo Walsh, quienes en 1963 y 1965 escribieron los cuentos “La señora muerta” y “Esa mujer”, respectivamente.
Ambos relatos tienen en común los siguientes aspectos:

-Evocan la figura de Eva Perón.
-Para ser acabadamente comprendidos resulta necesario conocer algo de historia argentina (el hecho de que el velatorio del cadaver embalsamado de Eva fuera expuesto en la C.G.T. entre el 26 de julio y el 9 de agosto de 1952; así como también su posterior robo y posible vejación). 
-Recuerdan proscripciones, desprecios y humillaciones.
-Pueden ser leídos como una metáfora del clima de incomprensión y escisión que se vivió     luego de la muerte de Eva.
-Las referencias hechas con relación a Eva son llevadas a cabo por personajes contrarios al peronismo, poniéndose de manifiesto el imaginario de opositores y simpatizantes.
-Cuentan la historia de una negociación fracasada.

El argumento del cuento de Viñas es el siguiente: se trata de un frustrado intento de “levante” por parte de Moure (único personaje con nombre propio) a “esa mujer” (el personaje femenino) en la fila del velatorio de Eva Perón.
El relato transcurre en dos espacios bien delimitados: en la fila del velatorio y en un taxi.
Los personajes son populares y sus deseos son más o menos reconocibles por cualquier lector.
Al ambiente es confuso y al estar mal iluminado nada se distingue del todo bien.
Existe un desdoblamiento de la figura de Eva, ya que es vista como “la señora” (la que está muerta) y también es “esa mujer” (es decir que de esa manera despectiva se alude en el relato a la mujer que está en la fila pero también, por su vida sexual, a la joven Eva, antes de que ésta conociera a Perón).
La figura de Moure condensa los siguientes aspectos: a) es el típico macho (trata a “esa mujer” como un objeto y su acercamiento a ella se vincula con la satisfacción de necesidades básicas), b) se trata de un hombre carente de afecto, con una mentalidad infantil-adolescente que sólo ve su propio deseo, c) hacia el final del relato muestra su odio de clase.
Por su parte, “esa mujer” representa los sentimientos y las preocupaciones del pueblo peronista.

En otro orden, el cuento “Esa mujer” relata el encuentro (que fue real) llevado a cabo probablemente una tarde de 1957 entre el coronel Moori Koening y el propio Rodolfo Walsh en el departamento del primero de ellos.
Sin embargo, cabe señalar hacer notar como un rasgo estético la omisiones en las que incurre el relato ya que la información de las identidades de los protagonistas no surge del texto, simplemente se alude a un coronel de apellido alemán y a un periodista reconocido. De igual manera la historia se da por sabida.
En tal sentido, Ricardo Piglia ha expresado: “Walsh trabaja con la alusión y lo no dicho y su construcción es antagónica con la estética urgente del compromiso y las simplificaciones del realismo social”.
En aludido encuentro el periodista busca saber dónde está enterrado el cuerpo de Eva, mientras que el coronel, encargado de su custodia, cree que aquel posee ciertos papeles que podrían ser de su interés.
El texto puede ser leído como una alegoría del fracaso de la intelectualidad frente a las instancias de poder.
Se pone de manifiesto en el relato la fuerza simbólica de Eva, quien pasa de un plano místico a uno terrenal y en su transformación es: una virgen, una diosa, una reina, Cristo, la voz de la Libertad, Facundo y finalmente, un macho.
El periodista, que a su vez es el narrador, que recuerda al propuesto por Walter Benjamin por su modestia, llega al encuentro con el militar con una actitud casi desafiante y sin embargo se retirará sin lograr lo que busca.
El coronel impondrá su punto de vista de los hechos.

Finalmente, con el deseo de que los comentarios realizados precedentemente despierten la curiosidad de quienes lean estas líneas y se decidan a abordar la lectura de los textos, me despido con el afecto de siempre.