miércoles

El gran Jimmy

Oscar Fasanelli - Improvisación con guitarra de 10 cuerdas

The Rollings Stones

JAVIER GONZALEZ PRESENTA LA COMUNA DE PARIS

El acontecimiento al que me quiero referir en esta ocasión se produjo la ciudad de París, a finales del siglo XIX, y es comúnmente llamado “Comuna de París”, considerado la primera experiencia histórica de un gobierno proletario que tuvo lugar entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871.
El movimiento fue protagonizado  principalmente por la clase obrera francesa, aunque también formaron parte del mismo otros estratos tanto sociales como políticos: la pequeña burguesía, miembros de la Guardia Nacional y partidarios régimen republicano.
En este punto resulta imprescindible, para una mejor comprensión del proceso que quiero narrar, mencionar algunos antecedentes, así como también el contexto histórico en el que se produjeron los hechos.
En Francia no era ajena la idea de constituir una república. Con la Revolución de 1789 y luego del derrocamiento de Luis XVI fue instaurada la Primera República, cuya existencia se prolongó desde 1792 hasta 1804, cuando Napoleón Bonaparte la disolvió para proclamarse emperador.
La Segunda República se extendió desde 1848, tras la revolución que destronó al rey Luis Felipe I, hasta 1852, cuando Luis Napoleón Bonaparte instauró el Segundo Imperio.
El 19  de julio de 1870 estalló la guerra entre el Segundo Imperio Francés y el Reino de Prusia (que luego sería Alemania) y que culminó con la derrota de las tropas francesas en la batalla de Sedán, comandadas por el emperador Napoleón III. El resultado de ese conflicto significó para Francia la cesión a Prusia de las provincias de Alsacia y Lorena y el pago de una indemnización de guerra.
La derrota militar desencadenó la proclamación de la Tercera República y el establecimiento de un Gobierno de Defensa Nacional, todo ello en medio de la furia popular contra Napoleón III.
El nuevo régimen no pudo reconstruir un ejército francés capaz de levantar el asedio que las tropas prusianas provocaron sobre París, a la que sitiaron entre septiembre de 1870 y enero de 1871, infringiendo a su población privaciones y hambruna.
El Gobierno de Defensa Nacional, luego de pactar un armisticio con los prusianos, consigue celebrar elecciones que proclaman a Adolphe Thiers como presidente y determinan la conformación de un congreso con mayoría absoluta en favor de los “monárquicos”.
Ahora bien, la Guardia Nacional, que estaba conformada por individuos de clases populares y miembros de la pequeña burguesía, mantuvo un gran resentimiento con el Gobierno de Defensa Nacional ya que éste no había logrado impedir la rendición de la ciudad de París, motivo por el cual aquella,  rehusándose a entregar a las tropas gubernamentales sus cañones y armas pesadas, se subleva y toma el control de la ciudad instaurando a partir del 18 de marzo de 1871 un gobierno municipal popular conocido como la “Comuna de París”, en oposición al  de Thiers, quien instalado en Versalles inicia una campaña militar en contra los sublevados.
Los trabajadores parisinos, influenciados por ideas socialistas, arrebatan por primera vez el poder a la burguesía e intentan construir una nueva sociedad.
La rendición del ejército francés en la guerra franco-prusiana fue vivida por parte de los trabajadores como una traición de la burguesía, y a partir del apoderamiento de las armas de los arsenales, éstos organizan la resistencia y comienzan a exigir cambios revolucionarios.
París se transformó en una ciudad sitiada y en una inmensa barricada. Se realizaron elecciones libres de donde surgió el primer gobierno obrero, el que dispuso, entre otras medidas, las siguientes: eduación laica, gratuita y obligatoria, abolición del trabjo nocturno, reducción de la jornada de trabajo,  moratoria sobre los alquileres, concesión de pensiones a las viudas y huérfanos de miembros de la Guardia Nacional, la separación entre la Iglesia y el Estado.
Los comuneros disolvieron, además, el ejército regular, sustituyéndolo por la Guardia Nacional democrática, esto es, el pueblo en armas. La propiedad privada de los que se quedaron fue respetada, expropiándose sólo la de los grandes propietarios que huyeron. Se establecieron cooperativas en los talleres abandonados por sus patrones y hubo libertad de prensa, de reunión y asociación.
En este punto cabe destacar el rol importantísimo desempeñado por las mujeres en todo este proceso. Si bien los trabajadores en general padecían precarias condiciones de vida,  ellas sufrían una doble explotación: como mujeres y como trabajadoras, despojadas de cualquier derecho y sometidas enteramente al padre o al marido. Participaron de todas las tareas,  trabajando en las fábricas de armas y municiones, haciendo uniformes, desempeñándose como personal de los hospitales improvisados, construyendo barricadas  y proporcionando alimentos y bebidas a los soldados. Hasta conformaron un batallón, compuesto por 120 mujeres, que peleó con coraje en la última semana de existencia de la Comuna.
Ante el temor de que el fenómeno se extendiera por el resto de Europa, los prusianos devolvieron al gobierno francés todas las tropas que mantenían prisioneras, a los fines de poder ser utilizadas en la represión de los comuneros.
El 21 de mayo de 1871 un ejército regular de 180.000 hombres se lanzó a la conquista de París y una semana después el resultado de la brutal acción arrojó unos 30.000 comuneros fusilados y alrededor de 40.000 de ellos fueron enviados a las colonias a realizar trabajos forzados, en donde la mayoría murió.
Sin embargo, algunos consiguieron escapar y varios de ellos llegaron a la Argentina, algunos a la ciudad de Rosario, donde continuaron difundiendo ideas socialistas y anarquistas y participando en la formación de las primeras organizaciones obreras de nuestro país.
A pesar de la derrota, la acción de los obreros franceses dejó una profunda reflexión en el campo socialista. Marx produjo diversos trabajos y concluyó que la “Comuna de París” había sido la expresión de una lucha de clases en un país en pleno desarrollo capitalista. En menos de 50 años otro gobierno proletario habrá de conformarse a partir de los acontecimientos acaecidos en la Rusia zarista con la revolución protagonizada por los bolcheviques.
Tal vez resulte pertinente concluir esta columna con palabras del propio Marx, quien anunció: “El París obrero, con su Comuna, será celebrado como heraldo glorioso de una sociedad nueva. Sus mártires reposan en el gran corazón de la clase obrera. En cuanto a sus exterminadores, la historia ya los ha condenado a una picota eterna, de la cual no los liberarán todas las plegarias de sus sacerdotes”.

viernes

JAVIER GONZALEZ PRESENTA EL IMPRESIONISMO EN LA PINTURA

En esta oportunidad me gustaría abordar un tema relacionado con el arte, más precisamente con el impresionismo en la pintura. Se trató de un movimiento surgido en París a finales del siglo XIX, considerado el punto de partida del arte contemporáneo, que apareció como consecuencia del desacuerdo con las encorsetadas fórmulas preconizadas por la Academia Francesa de Bellas Artes, la cual patrocinaba las exposiciones oficiales del Salón parisino. En este punto cabe aclarar que a mediados del siglo XIX el Salón era la única vía con la que los artistas contaban para poder triunfar. A principios de la década de 1860 comenzaron los cuestionamientos al sistema y a los jurados, respecto de la selección de las obras a exponerse. Tanto fue así que en 1863 más del sesenta por ciento del arte enviado al Salón fue rechazado. Por tal motivo, el emperador Napoleón III dispuso que las obras que no habían sido aceptadas por la Academia se exhibieran en el llamado “Salón des Refusés” (“Salón de los Rechazados”), destacándose, entre ellas, una pintura de Eduard Manet, titulada “Desayuno en la hierba” (conocida también como “Merienda campestre”), la cual produjo furia y escándalo entre el público. La razón de semejante reacción estuvo motivada en el hecho de que el desnudo pintado por el artista no formaba parte de mito clásico alguno ni de un mensaje alegórico. En la tela se observa a una mujer desnuda entre dos hombres vestidos a la moda. A pesar de rechazar el calificativo, Manet es considerado el primer pintor impresionista, ya que mostró de qué manera podían obtenerse sutiles representaciones de luz a partir de la yuxtaposición de colores fuertes y contrastados. Los impresionistas, rehuyendo de las penumbras del atelier y de las rígidas normas del academicismo pintaron al aire libre buscando la belleza en la naturaleza, exaltando la continua mutación de las luces y los colores en el paisaje y las figuras. El objetivo fue conseguir una representación del mundo espontánea y directa, para lo cual se preocuparon más por captar la incidencia de la luz natural sobre el objeto que por la exacta representación de su formas, ello debido a que la luz tiende a difuminar los contornos y a reflejar los colores de los objetos circundantes en las zonas de penumbra. De ese modo, eliminaron los detalles minuciosos y las formas fueron tan sólo sugeridas, consiguiendo así ofrecer una ilusión de realidad aplicando directamente sobre la tela pinceladas cortas y yuxtapuestas, que mezcladas por la retina del observador desde una distancia óptima aumentaban la luminosidad de la obra. Sin embargo, los intentos por plasmar efectos de la luz natural no eran nuevos. En el siglo XVII Jan Veermer y Diego Velázquez; y Francisco de Goya, en el siglo siguiente, captaron la impresión lumínica mediante la eliminación de sombras secundarias y la introducción de zonas de luz en detrimento de la nitidez de los contornos. Más cercanos aún, los ingleses Constable y Turner, junto con los pintores de la Escuela de Barbizón constituyeron, asimismo, antecedentes del movimiento impresionista francés. En tal sentido, Camille Corot, miembro circunstancial de dicha escuela, interpretó los fugaces cambios lumínicos en una serie de temas pintados a diferentes horas del día. De igual modo, los maestros Boudin y Courbet enseñaron a sus discípulos a expresar un sentimiento de espontaneidad en sus obras y a buscar la inspiración en la vida cotidiana, respectivamente. Las principales figuras de este movimiento fueron Claude Monet, Edgar Degas, Camille Pisarro y Auguste Renoir, habiéndose realizado el 15 de abril de 1874 la primera exposición impresionista, la que se llevó a cabo en París, en un salón propiedad de un fotógrafo (a los impresionistas les interesó la fotografía por su instantaneidad). Inicialmente la crítica trató con dureza a los impresionistas ya que atribuían la falta de acabado de la obras a la supuesta pereza de los artistas. El término impresionista, adoptado oficialmente durante la tercera exposición celebrada en 1877, fue utilizado por primera vez, en tono de burla, por el crítico Leroy en la revista Charivari para denominar el cuadro de Monet titulado “Impresión, amanecer”, de 1872. En 1886 se celebró la última exposición de esta escuela (fueron apenas ocho en total), no obstante lo cual su influencia fue enorme en los movimientos artísticos que se desarrollaron durante las décadas posteriores. Tan sólo Monet fue ortodoxo en la aplicación de la teoría impresionista. Resultan claros ejemplos de tal influencia el puntillismo ejercido de George Seurat, quien ejecutó sus obras en base a pequeños puntos de color aplicando así una derivación de la teoría impresionista; aAsí como también cabe citar los casos de los postimpresionistas Paul Cézanne (que anticipó el cubismo), Henri Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin y Vincent van Gogh (estos últimos representando el inicio del expresionismo). Con afecto.

viernes

JAVIER GONZALEZ PRESENTA KARL MARX - PARTE 2

Hoy quisiera concluir con la descripción de algunos de los múltiples conceptos que conforman el pensamiento de Karl Marx. Antes que nada cabe resaltar lo pasional de su filosofía. Cree que el hombre, una vez tomada conciencia de su situación ignominiosa, habrá de rebelarse con indignación ante la injusticia y la opresión que padece. Marx representa la eterna voz de la rebelión ante la situación humillante por la que atraviesa la clase obrera. Desde su esquema de pensamiento Marx necesita que la burguesía triunfe a nivel mundial, para que a partir de su consolidación surja el sujeto histórico que terminará por enterrarla: el proletariado. Por tal razón estudia la dinámica de la burguesía, cuya característica esencial se vincula con la expansión o bien, utilizando una terminología de nuestros días, con la globalización. Tal vez el mejor ejemplo de ese carácter expansivo por parte de la burguesía deba hallarse en el mal llamado “Descubrimiento de América”, ya que a partir de esa circunstancia la creación de un nuevo mundo fue posible y cuya existencia resultó determinante para el posterior surgimiento del capitalismo, tal como veremos más adelante. Ahora bien, esta concepción de la historia, a partir de la cual la burguesía necesariamente debe adueñarse de toda la territorialidad del planeta para que surja luego el proletariado revolucionario que la negará, condenó al mundo colonial a tener que esperar el ser conquistado por los países de la metrópoli. Esta visión del mundo, por ejemplo, llevó a Marx a estar en contra de Simón Bolivar, así como también de cualquier intento que retrasara la consolidación burguesa. En este punto cabría plantearse el porqué del fracaso, en la práctica, de las ideas concebidas por Marx. En primer lugar resulta evidente que en los países más desarrollados del mundo la burguesía, lejos de ser enterrada por el proletariado, se muestra cada vez más fuerte y ha ocurrido más bien lo contrario. Por otro lado, analizando los ejemplos de la ex Unión Soviética, China y Cuba, donde se intentaron llevar a la práctica las ideas de Marx, es posible corroborar la total ausencia de una burguesía consolidada, habiéndose tratado, en los tres casos, de poblaciones esencialmente campesinas. Ante tal carencia fueron las vanguardias las protagonistas de las revoluciones, y no las masas. Tales vanguardias, sintiéndose dueñas de la verdad revolucionaria, crearon “el partido”, se fijaron como objetivo educar al pueblo, que no contaba con una ideología revolucionaria, e hicieron de la ideología un dogma. La administración de ese dogma, al que toda la sociedad debió someterse, quedó a cargo de la burocracia del partido, el cual eligió a un líder que terminó por convertirse en un Dictador Revolucionario. De tal manera, al no preverse la formación de cuadros, las revoluciones quedaron detenidas en el tiempo y fracasaron irremediablemente. Para finalizar me gustaría hacer referencia, brevemente, a tres conceptos claves en el pensamiento marxista. Éstos son la plusvalía, la acumulación del capital y el fetichismo de la mercancía. Con relación al primero de ellos Marx realiza un análisis de las mercancías y establece, respecto de éstas, dos aspectos característicos: el valor de uso o el valor de cambio, según sea la intención de su propietario, esto es, su uso personal o su venta. A tales efectos consideró que el valor de las mercancías resulta equivalente al tiempo de trabajo socialmente necesario para construirlo; y que el valor de la fuerza de trabajo se encuentra constituido por todo aquello que contribuye a mantener viva la fuerza de trabajo (vivienda, ropa, comida, etc. del trabajador y su familia). Ahora bien, en su análisis Marx arriba a la conclusión de que el obrero produce más que el valor de su fuerza de trabajo y a ese exceso de horas no remuneradas lo llama plusvalía. En otro orden, en el Capítulo XXIV de “El Capital” menciona, respecto de la acumulación del capital que “El capital viene al mundo chorreando lodo y sangre”, ya que ésta se perpetró, según su criterio, como consecuencia del saqueo colonial iniciado con Cristóbal Colón, y continuado por los conquistadores españoles y los piratas británicos. Finalmente, con relación al fetichismo de las mercancías Marx sostiene que el deslumbramiento que provoca un objeto vela las condiciones de su producción, verificándose la paradoja de que un objeto bello o vinculado a una emoción bien podría haber sido construido o elaborado bajo la más humillante explotación y, sin embargo, tal circunstancia quedaría oculta a nuestra mirada. En definitiva, si los hombres se desarrollan mirando, comprando y deseando mercancías la vida deviene cosa y todos terminamos transformados en ellas. Con afecto.

martes

JAVIER GONZALEZ PRESENTA KARL MARX

En esta ocasión, intentando darle a estas charlas una cierta coherencia argumental, me gustaría referirme a Karl Marx, considerado el más brillante referente entre todos aquellos que conformaron la denominada izquierda hegeliana. Marx, un hombre del siglo XIX, nace en el antiguo reino de Prusia en el seno de una acomodada familia judía. Su padre fue un abogado de ideas liberales y cuando Prusia anexó la zona de Renania los judíos ya no pudieron actuar en la administración de justicia. Por tal motivo toda la familia adhiere al protestantismo. Estudió Derecho, Filosofía histórica, historia del arte, literatura y ejerció el periodismo. El concepto fundamental que Marx toma de Hegel, en su condición de discípulo de éste, es el de la negación en la historia, esto es, la dialéctica. En tal sentido, plantea que del mismo modo que la burguesía negó al feudalismo, el proletariado negará (es decir, combatirá y superará) el orden burgués para instalar, en una suerte de instancia superadora, una sociedad sin clases (llamada “sociedad genérica”) en la que no existirá explotación del hombre por el hombre. En definitiva está convencido de que la burguesía ha engendrado a su enterrador: el proletariado. Asimismo, tomará de la dialéctica del amo y el esclavo el concepto del esclavo trabajador. En este punto cabe destacar que el estudio que Marx lleva a cabo se relaciona con el proletariado industrial británico y era en Inglaterra donde la revolución industrial había alcanzado su máximo desarrollo. A continuación quisiera referirme al concepto “materialismo histórico”. Se trata en realidad de la concepción que Marx tiene de la historia. El proletariado trabaja con la materia y este pensador concibe a la historia como una materia, de allí que focaliza su estudio en las relaciones de producción, en las clases sociales y en los conflictos sociales y políticos. Sostiene que “La historia de las sociedades es siempre historia de las luchas de clases”. El desarrollo de estos temas es llevado a cabo en sus obras “El manifiesto comunista” y el “El Capital”. Ahora bien, otra cuestión que no debería ser pasada por el alto en el pensamiento de Marx es aquella vinculada con la religión. Su famosa frase, muchas veces mal interpretada, “La religión es el opio de los pueblos” debe ser analizada adecuadamente. Él cree que la filosofía debe estar al servicio de tornar explícita la humillación a la que se encuentra sometida la clase obrera (“hay que hacer la ignominia más ignominiosa, pensándola, haciéndola conocer”). Sostiene que al tomar conciencia el obrero de la situación de indignidad en la que vive, ésta se volverá intolerable para quien la padece. Por el contrario, si alguien que vive una humillación y no toma conciencia de ello, bien podría vivir de ese modo toda su vida. En resumen, la lucha de Marx consiste en que los humillados tomen conciencia de su situación ignominiosa y se revelen contra ese estado de cosas. Afirma que la religión, al prometerle al hombre una eternidad celestial como recompensa, adormece esa lucha por superar la indignidad social (“los hombres no pueden pensar en el Reino de los Cielos”). No se trata de ocuparnos del Cielo sino de la Tierra, que es el lugar donde los hombres sufren y son humillados. Tal vez el antecedente de esta concepción puede ser encontrada en la obra de otro discípulo de Hegel, Ludwig Feuerbach, quien escribió una crítica a la religión (del mismo modo que luego se encargarán de hacer Nietzsche y Sartre) a la que llamó “La esencia del cristianismo” y en la que plantea básicamente un ateísmo humanista en el que no existe el alma y el hombre perece como individuo pero no como especie. Así las cosas, Dios es en realidad una entidad proyectada por los hombres, creada para paliar la angustia existencial derivada de la falta de ciertos atributos que la humanidad posee como género aunque no cuando se la considera individualmente, tales como la inmortalidad, la omnipresencia y la omnipotencia. Sin dudas la pensamiento de Marx encarna una filosofía de la praxis y en la tesis 11 de su obra “Tesis sobre Feuerbach” expresa, a modo de conclusión, que hasta ahora “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”. Con afecto. Javier H. González de Kehrig