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JAVIER GONZALEZ PRESENTA LA COMUNA DE PARIS
El acontecimiento al que me quiero referir en esta ocasión se
produjo la ciudad de París, a finales del siglo XIX, y es comúnmente llamado
“Comuna de París”, considerado la primera experiencia histórica de un gobierno
proletario que tuvo lugar entre el 18 de marzo y el 28 de mayo de 1871.
El movimiento fue protagonizado
principalmente por la clase obrera francesa, aunque también formaron
parte del mismo otros estratos tanto sociales como políticos: la pequeña
burguesía, miembros de la Guardia Nacional y partidarios régimen republicano.
En este punto resulta imprescindible, para una mejor comprensión del
proceso que quiero narrar, mencionar algunos antecedentes, así como también el
contexto histórico en el que se produjeron los hechos.
En Francia no era ajena la idea de constituir una república. Con la
Revolución de 1789 y luego del derrocamiento de Luis XVI fue instaurada la
Primera República, cuya existencia se prolongó desde 1792 hasta 1804, cuando
Napoleón Bonaparte la disolvió para proclamarse emperador.
La Segunda República se extendió desde 1848, tras la revolución que
destronó al rey Luis Felipe I, hasta 1852, cuando Luis Napoleón Bonaparte
instauró el Segundo Imperio.
El 19 de julio de 1870
estalló la guerra entre el Segundo Imperio Francés y el Reino de Prusia (que
luego sería Alemania) y que culminó con la derrota de las tropas francesas en
la batalla de Sedán, comandadas por el emperador Napoleón III. El resultado de
ese conflicto significó para Francia la cesión a Prusia de las provincias de
Alsacia y Lorena y el pago de una indemnización de guerra.
La derrota militar desencadenó la proclamación de la Tercera
República y el establecimiento de un Gobierno de Defensa Nacional, todo ello en
medio de la furia popular contra Napoleón III.
El nuevo régimen no pudo reconstruir un ejército francés capaz de
levantar el asedio que las tropas prusianas provocaron sobre París, a la que
sitiaron entre septiembre de 1870 y enero de 1871, infringiendo a su población
privaciones y hambruna.
El Gobierno de Defensa Nacional, luego de pactar un armisticio con
los prusianos, consigue celebrar elecciones que proclaman a Adolphe Thiers como
presidente y determinan la conformación de un congreso con mayoría absoluta en
favor de los “monárquicos”.
Ahora bien, la Guardia Nacional, que estaba conformada por
individuos de clases populares y miembros de la pequeña burguesía, mantuvo un
gran resentimiento con el Gobierno de Defensa Nacional ya que éste no había
logrado impedir la rendición de la ciudad de París, motivo por el cual
aquella, rehusándose a entregar a las
tropas gubernamentales sus cañones y armas pesadas, se subleva y toma el
control de la ciudad instaurando a partir del 18 de marzo de 1871 un gobierno
municipal popular conocido como la “Comuna de París”, en oposición al de Thiers, quien instalado en Versalles
inicia una campaña militar en contra los sublevados.
Los trabajadores parisinos, influenciados por ideas socialistas,
arrebatan por primera vez el poder a la burguesía e intentan construir una
nueva sociedad.
La rendición del ejército francés en la guerra franco-prusiana fue
vivida por parte de los trabajadores como una traición de la burguesía, y a
partir del apoderamiento de las armas de los arsenales, éstos organizan la
resistencia y comienzan a exigir cambios revolucionarios.
París se transformó en una ciudad sitiada y en una inmensa
barricada. Se realizaron elecciones libres de donde surgió el primer gobierno
obrero, el que dispuso, entre otras medidas, las siguientes: eduación laica,
gratuita y obligatoria, abolición del trabjo nocturno, reducción de la jornada
de trabajo, moratoria sobre los
alquileres, concesión de pensiones a las viudas y huérfanos de miembros de la
Guardia Nacional, la separación entre la Iglesia y el Estado.
Los comuneros disolvieron, además, el ejército regular,
sustituyéndolo por la Guardia Nacional democrática, esto es, el pueblo en
armas. La propiedad privada de los que se quedaron fue respetada, expropiándose
sólo la de los grandes propietarios que huyeron. Se establecieron cooperativas
en los talleres abandonados por sus patrones y hubo libertad de prensa, de
reunión y asociación.
En este punto cabe destacar el rol importantísimo desempeñado por
las mujeres en todo este proceso. Si bien los trabajadores en general padecían
precarias condiciones de vida, ellas
sufrían una doble explotación: como mujeres y como trabajadoras, despojadas de
cualquier derecho y sometidas enteramente al padre o al marido. Participaron de
todas las tareas, trabajando en las
fábricas de armas y municiones, haciendo uniformes, desempeñándose como personal
de los hospitales improvisados, construyendo barricadas y proporcionando alimentos y bebidas a los
soldados. Hasta conformaron un batallón, compuesto por 120 mujeres, que peleó
con coraje en la última semana de existencia de la Comuna.
Ante el temor de que el fenómeno se extendiera por el resto de
Europa, los prusianos devolvieron al gobierno francés todas las tropas que
mantenían prisioneras, a los fines de poder ser utilizadas en la represión de
los comuneros.
El 21 de mayo de 1871 un ejército regular de 180.000 hombres se
lanzó a la conquista de París y una semana después el resultado de la brutal
acción arrojó unos 30.000 comuneros fusilados y alrededor de 40.000 de ellos
fueron enviados a las colonias a realizar trabajos forzados, en donde la mayoría
murió.
Sin embargo, algunos consiguieron escapar y varios de ellos llegaron
a la Argentina, algunos a la ciudad de Rosario, donde continuaron difundiendo
ideas socialistas y anarquistas y participando en la formación de las primeras
organizaciones obreras de nuestro país.
A pesar de la derrota, la acción de los obreros franceses dejó una
profunda reflexión en el campo socialista. Marx produjo diversos trabajos y
concluyó que la “Comuna de París” había sido la expresión de una lucha de
clases en un país en pleno desarrollo capitalista. En menos de 50 años otro
gobierno proletario habrá de conformarse a partir de los acontecimientos
acaecidos en la Rusia zarista con la revolución protagonizada por los
bolcheviques.
Tal
vez resulte pertinente concluir esta columna con palabras del propio Marx,
quien anunció: “El París obrero, con su Comuna, será celebrado como heraldo
glorioso de una sociedad nueva. Sus mártires reposan en el gran corazón de la
clase obrera. En cuanto a sus exterminadores, la historia ya los ha condenado a
una picota eterna, de la cual no los liberarán todas las plegarias de sus
sacerdotes”.
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JAVIER GONZALEZ PRESENTA EL IMPRESIONISMO EN LA PINTURA
En esta oportunidad me gustaría abordar un tema relacionado con el arte, más precisamente con el impresionismo en la pintura.
Se trató de un movimiento surgido en París a finales del siglo XIX, considerado el punto de partida del arte contemporáneo, que apareció como consecuencia del desacuerdo con las encorsetadas fórmulas preconizadas por la Academia Francesa de Bellas Artes, la cual patrocinaba las exposiciones oficiales del Salón parisino.
En este punto cabe aclarar que a mediados del siglo XIX el Salón era la única vía con la que los artistas contaban para poder triunfar.
A principios de la década de 1860 comenzaron los cuestionamientos al sistema y a los jurados, respecto de la selección de las obras a exponerse. Tanto fue así que en 1863 más del sesenta por ciento del arte enviado al Salón fue rechazado.
Por tal motivo, el emperador Napoleón III dispuso que las obras que no habían sido aceptadas por la Academia se exhibieran en el llamado “Salón des Refusés” (“Salón de los Rechazados”), destacándose, entre ellas, una pintura de Eduard Manet, titulada “Desayuno en la hierba” (conocida también como “Merienda campestre”), la cual produjo furia y escándalo entre el público.
La razón de semejante reacción estuvo motivada en el hecho de que el desnudo pintado por el artista no formaba parte de mito clásico alguno ni de un mensaje alegórico. En la tela se observa a una mujer desnuda entre dos hombres vestidos a la moda.
A pesar de rechazar el calificativo, Manet es considerado el primer pintor impresionista, ya que mostró de qué manera podían obtenerse sutiles representaciones de luz a partir de la yuxtaposición de colores fuertes y contrastados.
Los impresionistas, rehuyendo de las penumbras del atelier y de las rígidas normas del academicismo pintaron al aire libre buscando la belleza en la naturaleza, exaltando la continua mutación de las luces y los colores en el paisaje y las figuras.
El objetivo fue conseguir una representación del mundo espontánea y directa, para lo cual se preocuparon más por captar la incidencia de la luz natural sobre el objeto que por la exacta representación de su formas, ello debido a que la luz tiende a difuminar los contornos y a reflejar los colores de los objetos circundantes en las zonas de penumbra.
De ese modo, eliminaron los detalles minuciosos y las formas fueron tan sólo sugeridas, consiguiendo así ofrecer una ilusión de realidad aplicando directamente sobre la tela pinceladas cortas y yuxtapuestas, que mezcladas por la retina del observador desde una distancia óptima aumentaban la luminosidad de la obra.
Sin embargo, los intentos por plasmar efectos de la luz natural no eran nuevos. En el siglo XVII Jan Veermer y Diego Velázquez; y Francisco de Goya, en el siglo siguiente, captaron la impresión lumínica mediante la eliminación de sombras secundarias y la introducción de zonas de luz en detrimento de la nitidez de los contornos.
Más cercanos aún, los ingleses Constable y Turner, junto con los pintores de la Escuela de Barbizón constituyeron, asimismo, antecedentes del movimiento impresionista francés. En tal sentido, Camille Corot, miembro circunstancial de dicha escuela, interpretó los fugaces cambios lumínicos en una serie de temas pintados a diferentes horas del día.
De igual modo, los maestros Boudin y Courbet enseñaron a sus discípulos a expresar un sentimiento de espontaneidad en sus obras y a buscar la inspiración en la vida cotidiana, respectivamente.
Las principales figuras de este movimiento fueron Claude Monet, Edgar Degas, Camille Pisarro y Auguste Renoir, habiéndose realizado el 15 de abril de 1874 la primera exposición impresionista, la que se llevó a cabo en París, en un salón propiedad de un fotógrafo (a los impresionistas les interesó la fotografía por su instantaneidad).
Inicialmente la crítica trató con dureza a los impresionistas ya que atribuían la falta de acabado de la obras a la supuesta pereza de los artistas.
El término impresionista, adoptado oficialmente durante la tercera exposición celebrada en 1877, fue utilizado por primera vez, en tono de burla, por el crítico Leroy en la revista Charivari para denominar el cuadro de Monet titulado “Impresión, amanecer”, de 1872.
En 1886 se celebró la última exposición de esta escuela (fueron apenas ocho en total), no obstante lo cual su influencia fue enorme en los movimientos artísticos que se desarrollaron durante las décadas posteriores. Tan sólo Monet fue ortodoxo en la aplicación de la teoría impresionista.
Resultan claros ejemplos de tal influencia el puntillismo ejercido de George Seurat, quien ejecutó sus obras en base a pequeños puntos de color aplicando así una derivación de la teoría impresionista; aAsí como también cabe citar los casos de los postimpresionistas Paul Cézanne (que anticipó el cubismo), Henri Toulouse-Lautrec, Paul Gauguin y Vincent van Gogh (estos últimos representando el inicio del expresionismo).
Con afecto.
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viernes
JAVIER GONZALEZ PRESENTA KARL MARX - PARTE 2
Hoy quisiera concluir con la descripción de algunos de los múltiples conceptos que conforman el pensamiento de Karl Marx.
Antes que nada cabe resaltar lo pasional de su filosofía. Cree que el hombre, una vez tomada conciencia de su situación ignominiosa, habrá de rebelarse con indignación ante la injusticia y la opresión que padece.
Marx representa la eterna voz de la rebelión ante la situación humillante por la que atraviesa la clase obrera.
Desde su esquema de pensamiento Marx necesita que la burguesía triunfe a nivel mundial, para que a partir de su consolidación surja el sujeto histórico que terminará por enterrarla: el proletariado.
Por tal razón estudia la dinámica de la burguesía, cuya característica esencial se vincula con la expansión o bien, utilizando una terminología de nuestros días, con la globalización. Tal vez el mejor ejemplo de ese carácter expansivo por parte de la burguesía deba hallarse en el mal llamado “Descubrimiento de América”, ya que a partir de esa circunstancia la creación de un nuevo mundo fue posible y cuya existencia resultó determinante para el posterior surgimiento del capitalismo, tal como veremos más adelante.
Ahora bien, esta concepción de la historia, a partir de la cual la burguesía necesariamente debe adueñarse de toda la territorialidad del planeta para que surja luego el proletariado revolucionario que la negará, condenó al mundo colonial a tener que esperar el ser conquistado por los países de la metrópoli. Esta visión del mundo, por ejemplo, llevó a Marx a estar en contra de Simón Bolivar, así como también de cualquier intento que retrasara la consolidación burguesa.
En este punto cabría plantearse el porqué del fracaso, en la práctica, de las ideas concebidas por Marx.
En primer lugar resulta evidente que en los países más desarrollados del mundo la burguesía, lejos de ser enterrada por el proletariado, se muestra cada vez más fuerte y ha ocurrido más bien lo contrario.
Por otro lado, analizando los ejemplos de la ex Unión Soviética, China y Cuba, donde se intentaron llevar a la práctica las ideas de Marx, es posible corroborar la total ausencia de una burguesía consolidada, habiéndose tratado, en los tres casos, de poblaciones esencialmente campesinas.
Ante tal carencia fueron las vanguardias las protagonistas de las revoluciones, y no las masas. Tales vanguardias, sintiéndose dueñas de la verdad revolucionaria, crearon “el partido”, se fijaron como objetivo educar al pueblo, que no contaba con una ideología revolucionaria, e hicieron de la ideología un dogma. La administración de ese dogma, al que toda la sociedad debió someterse, quedó a cargo de la burocracia del partido, el cual eligió a un líder que terminó por convertirse en un Dictador Revolucionario.
De tal manera, al no preverse la formación de cuadros, las revoluciones quedaron detenidas en el tiempo y fracasaron irremediablemente.
Para finalizar me gustaría hacer referencia, brevemente, a tres conceptos claves en el pensamiento marxista. Éstos son la plusvalía, la acumulación del capital y el fetichismo de la mercancía.
Con relación al primero de ellos Marx realiza un análisis de las mercancías y establece, respecto de éstas, dos aspectos característicos: el valor de uso o el valor de cambio, según sea la intención de su propietario, esto es, su uso personal o su venta. A tales efectos consideró que el valor de las mercancías resulta equivalente al tiempo de trabajo socialmente necesario para construirlo; y que el valor de la fuerza de trabajo se encuentra constituido por todo aquello que contribuye a mantener viva la fuerza de trabajo (vivienda, ropa, comida, etc. del trabajador y su familia). Ahora bien, en su análisis Marx arriba a la conclusión de que el obrero produce más que el valor de su fuerza de trabajo y a ese exceso de horas no remuneradas lo llama plusvalía.
En otro orden, en el Capítulo XXIV de “El Capital” menciona, respecto de la acumulación del capital que “El capital viene al mundo chorreando lodo y sangre”, ya que ésta se perpetró, según su criterio, como consecuencia del saqueo colonial iniciado con Cristóbal Colón, y continuado por los conquistadores españoles y los piratas británicos.
Finalmente, con relación al fetichismo de las mercancías Marx sostiene que el deslumbramiento que provoca un objeto vela las condiciones de su producción, verificándose la paradoja de que un objeto bello o vinculado a una emoción bien podría haber sido construido o elaborado bajo la más humillante explotación y, sin embargo, tal circunstancia quedaría oculta a nuestra mirada. En definitiva, si los hombres se desarrollan mirando, comprando y deseando mercancías la vida deviene cosa y todos terminamos transformados en ellas.
Con afecto.
miércoles
martes
JAVIER GONZALEZ PRESENTA KARL MARX
En esta ocasión, intentando darle a estas charlas una cierta coherencia argumental, me gustaría referirme a Karl Marx, considerado el más brillante referente entre todos aquellos que conformaron la denominada izquierda hegeliana.
Marx, un hombre del siglo XIX, nace en el antiguo reino de Prusia en el seno de una acomodada familia judía. Su padre fue un abogado de ideas liberales y cuando Prusia anexó la zona de Renania los judíos ya no pudieron actuar en la administración de justicia. Por tal motivo toda la familia adhiere al protestantismo.
Estudió Derecho, Filosofía histórica, historia del arte, literatura y ejerció el periodismo.
El concepto fundamental que Marx toma de Hegel, en su condición de discípulo de éste, es el de la negación en la historia, esto es, la dialéctica.
En tal sentido, plantea que del mismo modo que la burguesía negó al feudalismo, el proletariado negará (es decir, combatirá y superará) el orden burgués para instalar, en una suerte de instancia superadora, una sociedad sin clases (llamada “sociedad genérica”) en la que no existirá explotación del hombre por el hombre. En definitiva está convencido de que la burguesía ha engendrado a su enterrador: el proletariado.
Asimismo, tomará de la dialéctica del amo y el esclavo el concepto del esclavo trabajador. En este punto cabe destacar que el estudio que Marx lleva a cabo se relaciona con el proletariado industrial británico y era en Inglaterra donde la revolución industrial había alcanzado su máximo desarrollo.
A continuación quisiera referirme al concepto “materialismo histórico”. Se trata en realidad de la concepción que Marx tiene de la historia. El proletariado trabaja con la materia y este pensador concibe a la historia como una materia, de allí que focaliza su estudio en las relaciones de producción, en las clases sociales y en los conflictos sociales y políticos. Sostiene que “La historia de las sociedades es siempre historia de las luchas de clases”. El desarrollo de estos temas es llevado a cabo en sus obras “El manifiesto comunista” y el “El Capital”.
Ahora bien, otra cuestión que no debería ser pasada por el alto en el pensamiento de Marx es aquella vinculada con la religión. Su famosa frase, muchas veces mal interpretada, “La religión es el opio de los pueblos” debe ser analizada adecuadamente. Él cree que la filosofía debe estar al servicio de tornar explícita la humillación a la que se encuentra sometida la clase obrera (“hay que hacer la ignominia más ignominiosa, pensándola, haciéndola conocer”). Sostiene que al tomar conciencia el obrero de la situación de indignidad en la que vive, ésta se volverá intolerable para quien la padece. Por el contrario, si alguien que vive una humillación y no toma conciencia de ello, bien podría vivir de ese modo toda su vida.
En resumen, la lucha de Marx consiste en que los humillados tomen conciencia de su situación ignominiosa y se revelen contra ese estado de cosas. Afirma que la religión, al prometerle al hombre una eternidad celestial como recompensa, adormece esa lucha por superar la indignidad social (“los hombres no pueden pensar en el Reino de los Cielos”). No se trata de ocuparnos del Cielo sino de la Tierra, que es el lugar donde los hombres sufren y son humillados.
Tal vez el antecedente de esta concepción puede ser encontrada en la obra de otro discípulo de Hegel, Ludwig Feuerbach, quien escribió una crítica a la religión (del mismo modo que luego se encargarán de hacer Nietzsche y Sartre) a la que llamó “La esencia del cristianismo” y en la que plantea básicamente un ateísmo humanista en el que no existe el alma y el hombre perece como individuo pero no como especie. Así las cosas, Dios es en realidad una entidad proyectada por los hombres, creada para paliar la angustia existencial derivada de la falta de ciertos atributos que la humanidad posee como género aunque no cuando se la considera individualmente, tales como la inmortalidad, la omnipresencia y la omnipotencia.
Sin dudas la pensamiento de Marx encarna una filosofía de la praxis y en la tesis 11 de su obra “Tesis sobre Feuerbach” expresa, a modo de conclusión, que hasta ahora “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
Con afecto.
Javier H. González de Kehrig
miércoles
PROGRAMA 25 BLOQUE 3 - LOS ALTAMIRA EN CALL CENTER (CIA DE SEGURO Y ASISTENCIA AL SUICIDA) - LEO MASLIAH - ALIBABA Y LOS 40 LADRONES
JAVIER GONZALEZ PRESENTA LA DIALECTICA DEL AMO Y DEL ESCLAVO DE HEGUEL
Hoy me gustaría retomar el análisis de la obra del filósofo que
forma parte de la trilogía de los pensadores más importantes del idealismo. Me
estoy refiriendo a Hegel y más específicamente
a un fragmento incluido en su obra célebre “Fenomenología del espíritu”,
escrita a principios del siglo XIX, en el cual desarrolla lo que se dio en
llamar “La dialéctica del amo y el esclavo”.
Vale recordar que para Hegel sujeto y objeto son la misma cosa,
representados por el hombre y por la historia humana, respectivamente.
En ese contexto se plantea acerca del origen de la historia,
concretamente se pregunta cómo comenzó ésta.
En definitiva lo que está intentando conocer es el inicio de las
relaciones humanas.
Para Hegel la historia comienza a partir del enfrentamiento a muerte
de dos deseos, más exactamente de dos conciencias deseantes.
En este punto cabe efectuar una distinción entre el deseo humano y
el deseo animal. Éste desea cosas, mientras que el hombre desea deseos.
Ambas conciencias desean que la otra la reconozca y se le someta.
Producto de este enfrentamiento una de las conciencias, por miedo a
morir, resigna sus deseos y acepta su derrota, constituyéndose a partir de ese
momento las figuras de amo y esclavo.
Sin embargo, el amo queda en estado de absoluta insatisfacción pues
quien lo reconoce y se le somete no es sino apenas un esclavo. Alguien a quien
no puede considerar un par suyo.
El esclavo, por su parte, comienza a trabajar para el amo, el cual
se transforma en un ser ocioso y pasivo. Como consecuencia de su labor el
esclavo trabaja la materia, y a partir de la transformación que provoca en ella
construye la cultura y descubre su libertad, ya que, aún en la situación más
humillante, el obrero siempre elegirá el momento y la manera en la que llevará
a cabo su tarea.
Resulta entonces paradójico que la historia humana tendrá como
protagonista principal al esclavo, toda vez que el amo, entregado al goce de
las cosas y la pasividad, emparenta sus
deseos con los del animal.
Para finalizar esta columna, quisiera justificar el porqué será el
materialismo el tema intentaré desarrollar inmediatamente en futuros programas.
Hegel expresó el triunfo de la burguesía, lo cual trajo aparejado el
surgimiento de un nuevo sujeto histórico, el proletariado.
La
característica esencial de la clase obrera es que trabaja con la materia y el
filósofo que surge para expresar a este nuevo sujeto es el alemán Karl Marx, el
cual elabora un pensamiento filosófico denominado “materialismo histórico”, que
parte de la materia y se inspira en la figura del esclavo hegeliano. De allí la
cercanía ideológica entre Hegel y Marx en el pensamiento revolucionario de
izquierda.
martes
JAVIER GONZALEZ PRESENTA HEGEL
En programas anteriores estuvimos conversando acerca de dos
pensadores pertenecientes a la filosofía idealista, esto es aquella escuela
que, en su intento por conocer y comunicar la realidad, parte del sujeto y no
desde el objeto. Me estoy refiriendo al francés Descartes y al alemán Kant.
En esta oportunidad haré mención a quien completa la trilogía, el
filósofo Georg Wilhelm Friedrich Hegel, a quien debemos ubicar en la segunda
mitad del siglo XVIII y primera mitad del siglo siguiente.
Hegel es considerado el filósofo de la revolución francesa, ya que
del mismo modo que en el plano político la burguesía capitalista europea se
apodera de la totalidad del poder; en el aspecto filosófico tal situación
encuentra su correlato en un apoderamiento racional de la totalidad de la
realidad. A este respecto el pensador declara: “La historia es mi materia” y
“La historia es lo que tengo que pensar”.
Para Descartes la única certeza, el único conocimiento acerca de
cuya verdad no puede dudarse, se vincula con el cogito (su frase: “cogito, ergo
sum” debe traducirse como “pienso, luego soy”), es decir, con el primer
conocimiento seguro y con el fundamento de cualquier otra verdad. Sin embargo,
con relación al mundo exterior, al que llamó “res extensa”, recurre a la
veracidad divina, o sea, a la ayuda de Dios.
En el caso Kant habíamos visto que, prescindiendo de la ayuda divina,
partía de un sujeto cognoscente, quien en definitiva es el que le da forma a la
realidad, aunque reconocía que la realidad en sí resultaba incognoscible. Esta
última circunstancia tiene su correlato en el plano político con el hecho que
la burguesía, hasta ese momento, no se había adueñado aún de todo el poder.
Por el contrario, para Hegel los términos “sujeto” y “objeto” (en
este último caso son sinónimos “materia “ o
“sustancia”) son lo mismo. Para él, el sujeto es el hombre, y el objeto,
la historia humana, y ambos se van haciendo al mismo tiempo.
La historia humana es la historia del desarrollo autoconsciente del
espíritu, y el hombre, a su vez, va
dándose forma a través de la historia para constituir lo que que Hegel llamó un
saber o espíritu absoluto.
De esta forma la razón se apropia de toda la realidad, entendiendo a
ésta como la realización de la historia
humana y como el desenvolvimiento dialéctico de la historia del hombre.
En definitiva, la historia y el sujeto que la hace son la misma cosa.
Ahora bien, cabe en este punto explicar la forma en la que, para
Hegel, se produce el desarrollo histórico. El mismo es teleológico (del griego
“telos” que significa “fin”) porque Hegel estudia la finalidad de la historia.
Para él, lo hechos históricos tienen un sentido y se desarrollan
linealmente. Cada desarrollo, a su vez,
constituye una totalización de las formas históricas anteriores, esto es, contiéndolas. Esta circunstancia lo lleva a
declarar que: “Ahora la historia en mí se sabe a sí misma”. Es decir, habiendo
partido de los griegos la historia, según Hegel, concluye en él.
La mencionada totalización puede ser resumida a través de tres
grandes momentos: a) afirmación; b) negación; y c) negación de la negación. Tal
vez un ejemplo de este desarrollo histórico podríamos encontrarlo en el orden
feudal (primer momento: afirmación), en la burguesía que se apodera del poder
político (segundo momento: negación) y finalmente, en un tercer momento (aunque
sólo verificado en el plano teórico del pensamiento de Karl Marx) constituido
por el surgimiento del proletariado que vence a la burguesía.
De esta manera, una vez alcanzada la totalización, el proceso no se
detiene allí sino que vuelve a empezar y el hombre va haciendo su historia a
través de rupturas, quiebres y negaciones.
Finalmente,
corresponde señalar que la mayores críticas que recibió la filosofía hegeliana
se vincularon a la categoría de totalidad y fueron realizadas por parte del
posmodernismo y el post estructuralismo, en el sentido que dichas escuelas consideran que la
historia no tiene sentido ni progresa linealmente, sino que, realidad, se trata
de una sucesión de infinitos fragmentos carentes de relación entre sí.
miércoles
PROGRAMA 22 BLOQUE 5 - CRISTIAN ALDANA
PROGRAMA 22 BLOQUE 4 - CRISTIAN ALDANA
domingo
jueves
Javier Gonzalez presenta El Barroco
En esta ocasión, en un intento por darle a esta columna una cierta coherencia temporal, me gustaría referirme al Barroco, esto es, al movimiento cultural y artístico propio del siglo XVII que se desarrolló en Europa.
A pesar de tratarse de una época de crisis, en el arte, y especialmente en la literatura, se vivió un momento de esplendor.
Se trata en realidad de una evolución del arte renacentista, caracterizado por la exuberancia ornamental y la complejidad formal.
En las obras de arte, recargadas con adornos superfluos, se destacó la profusión de la línea curva.
En la literatura, la acumulación de elementos estéticos o conceptuales resultó muy marcada y los temas se centraron en el desengaño y el pesimismo, predominando los contrastes (luz y oscuridad, materia y espíritu y lujo y miseria).
Durante la Edad Media el hombre había concebido la vida como un valle de lágrimas y la muerte, en ese contexto, resultaba, en ocasiones, como una suerte de liberación.
Por el contrario el hombre renacentista consideraba a la vida como una etapa en la que había que disfrutar todo lo que fuera posible.
El hombre del Barroco percibe al mundo como un conjunto de falsas ilusiones que acaba con la muerte.
En España este movimiento transcurre bajo los reinados de los tres últimos reyes de la casa de Austria: Felipe III, Felipe IV y Carlos II, resultando evidente el contraste entre decadencia política y social, por un lado, y el florecimiento artístico, por el otro.
En literatura se critica y se satiriza acerca de la ambición, el poder y el dinero.
Por otra parte, lo breve de la vida, que es vista como un rápido paso hacia la muerte, es otro tema que atormenta a los hombres del Barroco.
Producto de esta época de contrastes surgen dos corrientes literarias que se oponen pero que, sin embargo, persiguen el mismo fin: romper con el equilibrio clásico.
El culteranismo cultiva la forma de las palabras, dejando en un segundo plano su contenido y utilizando un lenguaje ampuloso y culto; y el conceptismo, profundiza en el sentido de las palabras, pudiendo ser definido como una agudeza mental que da preferencia a las ideas con el fin de impresionar la inteligencia o el deseo de decir mucho con pocas palabras.
Los recursos que utiliza el culteranismo son aquellos vinculados a: 1) el abuso de la metáfora con el fin de crear un mundo de belleza absoluta; 2) el uso frecuente de palabras tomadas del latín o del griego; 3) el abuso del hipérbaton, esto es, la alteración del orden de una oración, lo cual dificulta su comprensión; y 4) el uso de palabras parónimas, es decir, aquellas de un sonido parecido pero de diferente significado.
Por su parte, los recursos del conceptismo se relacionan con: 1) el uso frecuente de metáforas, aunque no para embellecer sino para impresionar la inteligencia; 2) juegos de palabras, consistentes en la utilización de una misma palabra con diferentes significados; 3) un estilo breve y conciso (“lo bueno, si breve, dos veces bueno”); 4) la utilización de antítesis de palabras, frases o ideas, con el fin de impresionar y agudizar la mente.
Los máximos representantes de estas dos tendencias fueron Luis de Góngora y Franciso de Quevedo, respectivamente.
La obra culterana más importante de Góngora fue la “Fábula de Polifemo y Galatea”, de corte mitológico y que narra el apasionado amor entre el gigante Polifemo y la ninfa Galatea. Otra obra del mismo tenor es el poema “Las soledades”, en el que se exalta la naturaleza. También escribió sonetos en los que predominan las sátiras a sus enemigos, entre ellos, Lope de Vega y Quevedo.
El estilo de Góngora se caracteriza por la utilización de un lenguaje poético muy elaborado, muy culto y muy selecto, lleno de metáforas originales.
Quevedo, por su parte, escribió en prosa: la novela picaresca “Vida del Buscón llamado Pablos”; y además, obras ascéticas, filosóficas y políticas como “La cuna y la sepultura” y “Política de Dios”; y satírico-morales, como “Los sueños”.
Sus poesías fueron publicadas recién después de su muerte en un libro titulado “Parnaso español”. Los temas de su poética son muy variados: poesía satírica y burlesca, ataques a Góngora y poesía filosófica de dolor por la decadencia de España.
La personalidad literaria de Quevedo resulta extremadamente compleja ya que conviven en él el moralista riguroso, el satírico de afilado ingenio, el lírico de pureza exquisita y el escritor político de ideas claras, logrando demostrar a lo largo de su extensa obra su increíble dominio de la lengua.
miércoles
viernes
Javier Gonzalez presenta: Hume
En
el programa anterior estuvimos hablando de la filosofía de Descartes, que
planteó la duda metódica como un instrumento válido para poder alcanzar un
conocimiento absolutamente cierto, más allá de toda posible duda.
En
este contexto Descartes sostuvo que todo conocimiento sensible resultaba
dudoso, fundando su postura en dos argumentos esenciales: a) las ilusiones de
los sentidos (debería desecharse el saber que los sentidos proporcionan); y b)
los sueños (no existen posibilidades de distinguir con absoluta certeza el
sueño de la vigilia).
Así
las cosas, según el racionalismo, el verdadero conocimiento es aquel que se
logra con la sola y exclusiva ayuda de la razón, es decir, sin ayuda de la
experiencia.
Ahora
bien, el empirismo surge como un movimiento crítico del racionalismo, ya que
sosteniendo una tesis contraria a éste, afirma que todo conocimiento deriva, en
última instancia, de la experiencia sensible, única fuente de conocimiento sin
la cual no sería posible lograr saber alguno.
La
filosofía empirista llevó a cabo una saludable autocrítica de la razón, fijó
sus límites y restringió sus posibilidades asentándola en el ámbito de la
experiencia.
Para
el racionalismo el ideal del conocimiento se hallaba en las matemáticas, donde
los juicios son universales y necesarios, mientras que el empirismo lo
encuentra en las ciencias naturales, cuyos juicios son particulares y
contingentes.
El
conocimiento de las cosas y de los procesos se logra mediante la sensibilidad,
mientras que la razón se limita a ordenar lógicamente los materiales que los
sentidos ofrecen.
Sus
características fundamentales son: a) para conocer el mundo se ha de partir del
propio sujeto, no de la realidad en sí; b) el origen del conocimiento deriva de
la experiencia; c) la mente no contiene ideas innatas, sino que es como una
hoja en blanco que debe llenarse a partir de la experiencia y el aprendizaje;
d) la experiencia es el límite de la capacidad de la mente humana; e) cualquier
idea compleja ha de ser explicada por combinación y mezcla de ideas simples; f)
el método adecuado para dirigir el
pensamiento es el experimental e inductivo; g) es posible conocer las cosas y
sus cualidades físicas pero las cualidades morales o estéticas no pueden
percibirse ni tienen valor cognoscitivo, sino que la guía para la vida humana
es el sentimiento.
El
precursor de esta corriente fue el inglés Francis Bacon quien afirmó que el
único método científico consistía en la observación y la experimentación y construye
una teoría de la inducción, esto es, un razonamiento que va de lo individual a
lo general.
Sin
embargo, el representante más ilustre de esta escuela fue el escocés David
Hume, quien vivió durante el siglo XVIII.
Hume,
que fue un extraordinario escritor y ensayista sostuvo que todo conocimiento,
en última instancia, procedía de la experiencia (externa o de los sentidos o
íntima, esto es, la autoexperiencia).
Su
fuerte residió en una extraordinaria capacidad para el análisis psicológico.
Puso
la razón al servicio de la ética laica y de aspiraciones universalistas con sus
ideas de libertad y derechos humanos.
De
esta manera, el proceso de emancipación del hombre consistirá en erradicar las
supersticiones de creencias dogmáticas y rechazar la tiranía de los mandatarios
totalitarios, eligiendo en la vida propia en libertad.
Su
estudio consistirá en un análisis de los hechos psíquicos de la propia
experiencia, a los que él llamará
percepciones del espíritu (donde el término percepción resulta equivalente a
cualquier estado de conciencia).
A
las percepciones que se reciben de forma directa las llama impresiones, a las
cuales, a su vez, divide en impresiones de la sensación (se relacionan con los
sentidos y están referidas al “mundo exterior”); e impresiones de la reflexión
(vinculadas a la propia interioridad).
Las
percepciones derivadas, a las que Hume llama ideas, pueden ejemplificarse con
los hechos de la memoria o de la fantasía. El recuerdo o la fantasía no son
estados originarios sino derivados de una impresión.
Para
Hume todos nuestros conocimientos derivan, directa o indirectamente, de las
impresiones y el espíritu humano no tiene otra chance como no sea manipular los
materiales que las impresiones suministran, valiéndose para ello de las leyes
de asociación de ideas, de acuerdo con la siguiente clasificación: 1)
asociación por semejanza; 2) asociación por contigüidad en el tiempo y en el
espacio; y 3) asociación por causa y efecto.
En
función de lo hasta aquí señalado, el principio fundamental del empirismo es
planteado por Hume en los siguientes términos:
“...todos
los materiales del pensar se derivan de nuestras sensaciones externas o
internas. Sólo la mezcla y composición de éstas pertenece al espíritu y a la
voluntad....” “...todas nuestras ideas o percepciones más débiles son copia de
nuestras impresiones más vivaces”.
Los
dos argumentos que utiliza Hume para probar el principio empirista se
relacionan con lo siguiente: I) El análisis de nuestras ideas, por más
complicadas o sublimes que sean, en última instancia se reducen siempre a
impresiones; II) Si por defecto del órgano alguien no fuera capaz de
experimentar sensación alguna, tendría la misma incapacidad para formar ideas
correspondientes (un ciego no puede formarse noción de los colores ni un sordo
de los sonidos).
Para
finalizar, Hume concluye que los únicos campos de conocimiento legítimo son las
matemáticas y las ciencias de la naturaleza, ya que el entendimiento humano,
fuera de esos límites, no puede hacer otra cosa sino perderse en falacias y
engaños.
Con
afecto.
Javier Gonzalez presenta: Leonardo Da Vince
La
semana pasada manifesté que Leonardo da Vinci bien podría ser calificado como
un arquetipo y símbolo del hombre del Renacimiento.
Nacido
en Vinci (Florencia) a mediados del siglo XV y muerto en Francia (en la ciudad
de Amboise) en 1519, a
los 67 años de edad.
Pintor,
anatomista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero,
inventor, músico, poeta y urbanista.
Estudió
con el célebre pintor Andrea de Verrocchio y sus primeras obras de importancia
fueron realizadas en Milán, al servicio del duque Ludovico Sforza.
Más
tarde trabajó en Roma, Bolonia y Venecia, pasando sus últimos días en Francia,
invitado por el rey Francisco I.
Su
curiosidad infinita y su capacidad inventiva le permitieron alcanzar la
estatura de ser considerado, tal vez, como la persona con el mayor número de
talentos en distintas disciplinas que jamás haya existido.
En
su condición de ingeniero, inventor y científico desarrolló ideas y proyectos
que, si bien en muchos casos no llegaron a concretarse en la realidad de los
hechos por ser muy adelantados a su tiempo, significaron un progreso enorme en
áreas tales como las de la anatomía, la ingeniería civil, la óptica y la
hidrodinámica. Diseñó el helicóptero, el carro de combate, el submarino y el
automóvil.
Sin
embargo, su fama mayor la obtuvo a partir de la pintura, siendo sus dos obras
más célebres “La Gioconda ”
y “La Última Cena”.
La
primera de tales obras es una de las más misteriosas en la historia del arte.
Pintada al óleo, representa supuestamente a Lisa Gherardini, mujer de Francesco
de Giocondo, aunque existen versiones que apuntan a que en realidad se trata de
un autorretrato, en versión femenina, de Leonardo.
Por
otra parte, los historiadores han confirmado la presencia de un código oculto,
compuesto de letras y números, que se encuentra disimulado en los ojos de la
mujer. En el ojo derecho pueden leerse, con la ayuda de una lupa, las iniciales
LV (presumiblemente aluden al nombre del autor), mientras que en el ojo izquierdo
se perciben símbolos que aún no han podido ser determinados con certeza, atento
lo antiguo de la obra.
En
2007 un estudio permitió detectar que los dedos de la mano izquierda quedaron
incompletos, no descartándose que se hubiera tratado de un discurso alegórico.
Del mismo modo, el manto que la cubre, si bien se pensaba que sólo llegaba
hasta las rodillas, se confirmó que también cubre su vientre, lo cual podría
resultar un símbolo significativo.
Finalmente,
desde el punto de vista técnico, fue posible comprobar que da Vinci pintó
primero el paisaje del fondo y luego aplicó una capa de transparencia para
colocar el retrato en primer plano.
Con
relación a “La Última Cena” se trata de un pintura mural (4,60 metros del alto
por 8,80 metros
de ancho) llevada a cabo entre 1495 y 1497, que se encuentra ubicada en una
pared del comedor del convento dominico de Santa María delle Grazie, en Milán.
A
causa de bombardeo sufrido durante la Segunda Guerra Mundial dicha pared fue la única
que logró mantenerse en pie.
Aunque
otros artistas han dado en pintar tan significativa escena bíblica (entre ellos
Salvador Dalí), ha sido la obra de Leonardo la que logró cautivar más la
imaginación de la gente. El florentino pintó el instante posterior a que Jesús
pronunciara las palabras: “...alguno de Ustedes me traicionará”.
El
personaje central, por supuesto, es Jesús, a quien Leonardo en sus notas de
trabajo llama “el Redentor”. Mira hacia abajo y un poco hacia su izquierda, las
manos extendidas al frente sobre la mesa, como si ofreciese algo al espectador.
Según
el Nuevo Testamento, en esta cena Jesús instituyó el sacramento del pan del
vino, por lo que sería razonable que hubiera allí, delante de él, algún cáliz o
copa de vino.
Sin
embargo, no existe tal copa, lo cual abona la postura de algunos artistas que
creen ver un gesto vacío en esas manos abiertas.
Otras
teorías se vinculan con la posibilidad de que los cubiertos y los panes de la
mesa representen, por su ubicación, notas musicales de una melodía; así como
que los cuadros oscuros que están a la izquierda encierren sombras demoníacas.
Por
otra parte, el presunto apostol Juan resultaría ser en realidad María
Magdalena, quien describe junto con Jesús una gran letra “M”, tal como si
estuviesen literalmente unidos por la cadera y hubieran sufrido una separación
o hubiesen decido apartarse voluntariamente.
Surgen
entonces las preguntas obvias: quién era la tal “M”?; y porqué era tan
importante?.
Resulta
evidente que Leonardo trató de hacer participar (o recordar) al observador de
su obra de cierta información que de otro modo hubiera sido demasiado peligroso
efectuar.
En
otro orden, se ha admitido que el personaje de Judas resulta ser en realidad un
autorretrato del propio Leonardo.
Para
finalizar, transcribo a continuación algunas frases de Leonardo:
-La
belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte.
-El
ojo recibe de la belleza pintada el mismo placer que de la belleza real.
-La
pintura es poesía muda, la poesía, pintura ciega.
-La
sabiduría es hija de la experiencia.
-No
se puede poseer mayor gobierno, ni menor, que el de uno mismo.
-El
que no valora la vida, no la merece.
-Donde
hay más sensibilidad allí es más fuerte el martirio.
-Quien
poco piensa se equivoca mucho.
-Si
es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos
Con
afecto
miércoles
jueves
martes
PROGRAMA 18 BLOQUE 4 - IMPRO BIG BAND
PROGRAMA 18 BLOQUE 3 - IMPRO BIG BAND
jueves
Laura de Marco - El Gen De Mi Locura
Laura de Marco - El Barrio De Flores
miércoles
Columna de Javier Gonzalez
La semana pasada manifesté que Leonardo da Vinci bien podría ser calificado como un arquetipo y símbolo del hombre del Renacimiento.
Nacido en Vinci (Florencia) a mediados del siglo XV y muerto en Francia (en la ciudad de Amboise) en 1519, a los 67 años de edad.
Pintor, anatomista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista.
Estudió con el célebre pintor Andrea de Verrocchio y sus primeras obras de importancia fueron realizadas en Milán, al servicio del duque Ludovico Sforza.
Más tarde trabajó en Roma, Bolonia y Venecia, pasando sus últimos días en Francia, invitado por el rey Francisco I.
Su curiosidad infinita y su capacidad inventiva le permitieron alcanzar la estatura de ser considerado, tal vez, como la persona con el mayor número de talentos en distintas disciplinas que jamás haya existido.
En su condición de ingeniero, inventor y científico desarrolló ideas y proyectos que, si bien en muchos casos no llegaron a concretarse en la realidad de los hechos por ser muy adelantados a su tiempo, significaron un progreso enorme en áreas tales como las de la anatomía, la ingeniería civil, la óptica y la hidrodinámica. Diseñó el helicóptero, el carro de combate, el submarino y el automóvil.
Sin embargo, su fama mayor la obtuvo a partir de la pintura, siendo sus dos obras más célebres “La Gioconda” y “La Última Cena”.
La primera de tales obras es una de las más misteriosas en la historia del arte. Pintada al óleo, representa supuestamente a Lisa Gherardini, mujer de Francesco de Giocondo, aunque existen versiones que apuntan a que en realidad se trata de un autorretrato, en versión femenina, de Leonardo.
Por otra parte, los historiadores han confirmado la presencia de un código oculto, compuesto de letras y números, que se encuentra disimulado en los ojos de la mujer. En el ojo derecho pueden leerse, con la ayuda de una lupa, las iniciales LV (presumiblemente aluden al nombre del autor), mientras que en el ojo izquierdo se perciben símbolos que aún no han podido ser determinados con certeza, atento lo antiguo de la obra.
En 2007 un estudio permitió detectar que los dedos de la mano izquierda quedaron incompletos, no descartándose que se hubiera tratado de un discurso alegórico. Del mismo modo, el manto que la cubre, si bien se pensaba que sólo llegaba hasta las rodillas, se confirmó que también cubre su vientre, lo cual podría resultar un símbolo significativo.
Finalmente, desde el punto de vista técnico, fue posible comprobar que da Vinci pintó primero el paisaje del fondo y luego aplicó una capa de transparencia para colocar el retrato en primer plano.
Con relación a “La Última Cena” se trata de un pintura mural (4,60 metros del alto por 8,80 metros de ancho) llevada a cabo entre 1495 y 1497, que se encuentra ubicada en una pared del comedor del convento dominico de Santa María delle Grazie, en Milán.
A causa de bombardeo sufrido durante la Segunda Guerra Mundial dicha pared fue la única que logró mantenerse en pie.
Aunque otros artistas han dado en pintar tan significativa escena bíblica (entre ellos Salvador Dalí), ha sido la obra de Leonardo la que logró cautivar más la imaginación de la gente. El florentino pintó el instante posterior a que Jesús pronunciara las palabras: “...alguno de Ustedes me traicionará”.
El personaje central, por supuesto, es Jesús, a quien Leonardo en sus notas de trabajo llama “el Redentor”. Mira hacia abajo y un poco hacia su izquierda, las manos extendidas al frente sobre la mesa, como si ofreciese algo al espectador.
Según el Nuevo Testamento, en esta cena Jesús instituyó el sacramento del pan del vino, por lo que sería razonable que hubiera allí, delante de él, algún cáliz o copa de vino.
Sin embargo, no existe tal copa, lo cual abona la postura de algunos artistas que creen ver un gesto vacío en esas manos abiertas.
Otras teorías se vinculan con la posibilidad de que los cubiertos y los panes de la mesa representen, por su ubicación, notas musicales de una melodía; así como que los cuadros oscuros que están a la izquierda encierren sombras demoníacas.
Por otra parte, el presunto apostol Juan resultaría ser en realidad María Magdalena, quien describe junto con Jesús una gran letra “M”, tal como si estuviesen literalmente unidos por la cadera y hubieran sufrido una separación o hubiesen decido apartarse voluntariamente.
Surgen entonces las preguntas obvias: quién era la tal “M”?; y porqué era tan importante?.
Resulta evidente que Leonardo trató de hacer participar (o recordar) al observador de su obra de cierta información que de otro modo hubiera sido demasiado peligroso efectuar.
En otro orden, se ha admitido que el personaje de Judas resulta ser en realidad un autorretrato del propio Leonardo.
Para finalizar, transcribo a continuación algunas frases de Leonardo:
-La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte.
-El ojo recibe de la belleza pintada el mismo placer que de la belleza real.
-La pintura es poesía muda, la poesía, pintura ciega.
-La sabiduría es hija de la experiencia.
-No se puede poseer mayor gobierno, ni menor, que el de uno mismo.
-El que no valora la vida, no la merece.
-Donde hay más sensibilidad allí es más fuerte el martirio.
-Quien poco piensa se equivoca mucho.
-Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos
Con afecto
Javier Hernando González de Kehrig
PROGRAMA 17 BLOQUE 1 - NOAMS CHOMSKY
domingo
jueves
El Renacimiento por Javier Gonzalez
Hablar del Renacimiento es aludir a un movimiento cultural,
cuyo surgimiento se produjo en Italia (más precisamente en Florencia) durante
el siglo XIV, que se desarrolló en los dos siglos siguientes (el Quatroccento o
siglo XV, y el Cinquecento o siglo XVI), que tuvo su apogeo al iniciarse
el XVI y que terminó por extenderse por
toda Europa, excepto Rusia.
Este fenómeno marcó el fin de la Edad Media , es decir,
diez siglos durante los cuales predominió un espíritu teológico y una
mentalidad dogmática, y significó el inicio de la Edad Moderna (algunos
autores relacionan su comienzo con la caída del Imperio Romano de Oriente, esto
es, con la conquista turca de Constantinopla en 1453; mientras que otros
consideran el mismo a partir de la llegada de Colón a América, ocurrida en
1492), y significó una nueva visión del mundo ya que el Teocentrismo (o enfoque
en Dios), dió paso al Antropocentrismo (o enfoque en el ser humano) ya que las
nuevas ideas consideraron al hombre como el centro de sus preocupaciones e
inspiración.
El término renacimiento procede de la obra de Giorgio Vasari
“Vidas de pintores, escultores y arquitectos famosos”, publicada en 1570, y
trajo consigo una gran transformación cultural, no sólo en las artes, sino
también en las ciencias, las letras y las formas del pensamiento.
Una de las características esenciales de este movimiento se
emparenta con el rechazo a muchos de los principios del conocimiento medieval y
por la admiración por el arte y la filosofía grecolatinas. Pretendió recuperar
el saber clásico, buscando una nueva escala de valores para el individuo.
Frente a la sociedad medieval, en la que todo giraba en
torno a la idea de Dios, el hombre ahora
pasó a ser el centro del universo, empleando la razón como fuente del
conocimiento y buscando la verdad a través de la reflexión personal y la
investigación.
Otra característica se vincula con el surgimiento del
individualismo: el hombre se reconoce como un individuo espiritual.
Además, esta época,
en la que la separación entre lo cívico y lo religioso se hizo muy notoria ,
estuvo atravesada por una serie de cambios sociales y políticos y hasta por
determinados descubrimientos científicos y geográficos.
En materia económica Las Cruzadas habían intensificado el
tráfico comercial entre Oriente y Occidente; y los grandes feudos,
autosuficientes por naturaleza, dieron paso a las ciudades estado (Venecia,
Génova, Pisa y Florencia), cuyo crecimiento y enriquecimiento favoreció el
surgimiento de la burguesía.
Copérnico descubre el sistema heliocéntrico (la tierra gira
en torno del Sol) que viene a reemplazar el geocentrismo sostenido por
Ptolomeo, a partir del cual se creía lo
contrario.
La invención de la brújula, el papel, la imprenta
(Gutenberg) y la pólvora, sumados a la nueva mentalidad reinante, propiciaron
los grandes descubrimientos geográficos y el acceso al conocimiento de un gran
número de personas.
Por otra parte, la caída de Constantinopla en poder de los
turcos despierta un gran interés por la traducción de los textos clásicos que
llegan a Italia de la mano de los emigrados. La recopilación de los códices
antiguos, el análisis y la asimilación del espíritu que animaba a griegos y
romanos constituye el movimiento denominado Humanismo.
En materia artística, en la búsqueda de relaciones de belleza y armonía a través
de las matemáticas, los elementos góticos son reemplazados por los de las culturas
grecorromanas.
La aparición de la perspectiva, esto es, la representación
de la tercera dimensión, la utilización del óleo y la conversión del cuadro en
objeto de deleite individual engendró a los coleccionistas y favoreció la ayuda
de los mecenas, todo lo cual contribuyó
al auge de la pintura.
La iglesia, con la finalidad de que las artes estuvieran al
servicio de la comunicación y formación
cristiana, continuó siendo el principal mecenas. Por tal razón, la Virgen , Cristo y los Santos
se mantuvieron como temas preponderantes de la pintura y la escultura.
En definitiva, el arte renacentista girará en torno al ser
humano, pero eso no significa que deje de ser religioso, sino que además de la Iglesia , aparecerán nuevos
mecenas como, por ejemplo, los ricos comerciantes o la monarquía. Gracias al
nuevo mecenazgo, el arte deja de desempeñar exclusivamente funciones religiosas
y aparecen nuevos géneros y temas como los retratos, el desnudo, el paisaje o
los cuadros mitológicos. Y además de iglesias, también se construyen palacios,
ayuntamientos, universidades, etc.
Filippo Brunelleschi fue el arquitecto más importante del
siglo XV en Italia y verdadero emblema del nacimiento de la arquitectura
renacentista.
Rafael, Miguel Ángel y Leonardo da Vinci son considerados
pilares del Cinquecento italiano. El primero de ellos como uno de los genios de
la pintura de todos lo tiempos.
Miguel Ángel se destacó no sólo como escultor (“La piedad”,
“David”, “Moisés”) sino también como pintor (“La creación”, “El juicio final”).
Leonardo bien podría ser calificado como el prototipo
absoluto del hombre humanista del Renacimiento: pintor (la “Gioconda”, “Ultima
cena”, “Virgen de las rocas”), escultor, ingeniero, geómetra, etc.
En virtud de la expansión de este movimiento a otros países
de Europa, la lista de personalidades que sobresalieron en distintos campos del
arte resulta interminable, destacándose, entre otros, Donatello, Tiziano, El
Tintoretto, Masaccio, Botticelli, Dante, Maquiavelo, Cervantes y Shakespiare.
Con afecto
Javier Hernando González de Kehrig
miércoles
PROGRAMA 16 BLOQUE 8 - JAVIER GONZALEZ
PROGRAMA 16 BLOQUE 6 - LA CHINU FLOR
domingo
miércoles
El Mayo francés por Javier Gonzalez
Hoy tengo la intención de
hablar de lo que se conoce como vulgarmente como Mayo francés o Mayo del 68 y
del papel que desempeñó una figura descomunal en el campo de la filosofía y del
arte. Me refiero al francés Jean Paul Sartre.
Los
acontecimientos se relacionaron con una cadena de protestas que se llevaron a
cabo, básicamente, en París durante mayo y junio de 1968, durante el gobierno
de Charles De Gaulle (héroe de la resistencia a la ocupación nazi perpetrada en
1940 en el marco de la
Segunda Guerra Mundial), iniciada por grupos de estudiantes
de izquierda contrarios a la sociedad de consumo, a los que luego se unieron
obreros de la industria, los sindicatos y el Partido Comunista francés.
El
resultado de estos sucesos derivó en la mayor huelga de la historia de Francia
e hizo tambalear a un gobierno que no previó la magnitud de las protestas y que
llegó a temer una insurrección de carácter revolucionario.
Sin
embargo, la mayor parte de los sectores participantes no llegaron a plantearse
la toma del poder y las protestas finalizaron cuando De Gaulle anunció las
elecciones anticipadas para el 23 y 30 de junio de 1968.
Lo
ocurrido en Francia, esto es, una ola de protestas encabezadas por sectorres
politizados de la juventud, se extendió durante 1968 a otros países, entre
ellos, las entonces República Federal de Alemania y Checoslovaquia, Suiza,
Méjico, España, Uruguay, Estados Unidos y Argentina.
A
continuación transcribo algunas de las múltiples consignas que aquel momento:
“Somos
demasiado jóvenes para esperar”
“El
patriotismo es un egoísmo en masa”
“Haz el
favor de dejar al Partido Comunista tan limpio al salir de él como te gustaría
encontrarlo entrando en él”
“No
vamos a reinvindicar nada, no vamos a pedir nada. Tomaremos, ocuparemos”
“Dios:
sospecho que eres un intelectual de izquierda”
“El
aburrimiento es contrarevolucionario”
“Seamos
realistas, exijamos lo imposible”
“La
acción no debe ser reacción sino creación”
En mi
opinión, resulta imposible llegar a comprender acabadamente los procesos
sociales si se prescinden de sus múltiples causas.
En tal
sentido me parece pertinente traer a colación una corriente filosófica o de
pensamiento que tuvo su origen en el siglo XIX y que se prolongó
aproximadamente hasta la segunda mitad del siglo XX.
Se
trata del existencialismo y sus seguidores se caracterizaron principalmente por
su reacción contra la filosofía tradicional, centrando su análisis en la
condición de la existencia humana, la libertad, la responsabilidad individual,
las emociones y el significado de la vida.
El
existencialismo podría ser descripto como el rechazo a pertenecer a cualquier
escuela de pensamiento y como el repudio a la adecuación a cualquier cuerpo de
creencias y/o sistemas.
Uno de
sus postulados fundamentales, pertenciente a Sartre, afirma que “la existencia
precede a la esencia”, esto es, que no hay una naturaleza humana que determine
a los individuos, sino que son sus actos los que los determinan.
Esto
incita en el ser humano la creación de una ética de la responsabilidad
individual, apartada de cualquier sistema de creencias externo a él, que busca
superar las moralinas y los prejuicios.
Es
posible encontrar sus antecedentes en las obras de Kierkegaard y de Nietzsche,
y en menor medida en Schopenhauer y en las novelas de Dostoievski (“Crimen y
Castigo”, “El jugador”, “Los hermanos Karamázov”, entre otras).
En el
siglo XX los filósofos más representativos del existencialismo fueron Martín
Heidegger, Karl Jaspers, Jean Paul Sartre, Miguel de Unamuno, Simone de Beauvoir
y Albert Camus.
En los
años 1940 y 50 Sartre, Camus y Simón de Beauvoir dieron a conocer escritos
académicos o de ficción que popularizaron temas existenciales del tipo de la
libertad, la nada y el absurdo.
La
conferencia llevada a cabo en 1946, titulada “El Existencialismo es un
Humanismo”, es considerada el manifiesto del existencialismo. En ella se
plantea que la cultura, por ser pura subjetividad, va cambiando con el tiempo, y el hombre, por
tener conciencia de sí mismo, es un proyecto que se realiza viviendo.
No es
posible hallar una esencia que explique qué es ser hombre, él es responsable de
sí mismo.
El
hombre, sin un Dios que justifique sus valores morales o éticos para legitimar
su conducta, cada vez que elige se enfrenta a sí mismo sin justificaciones o
excusas: está condenado a ser libre.
De este
modo la moral existencialista se asemeja al arte, ya que en ambos casos hay
creación (existencia) e invención (esencia).
En otro
orden, el proceso de descolonización de Asia y de África, en cuyos continentes
Francia conservaba aún sus colonias, se va abriendo paso después de concluida la Segunda Guerra
Mundial.
Los
frentes de liberación nacional coloniales van tomando conciencia de sus
posibilidades de independencia de las metrópolis.
Los
existencialistas y en especial Sartre denuncian la brutalidad y la
injusticia y demandan activamente la
liberación de los países colonizados.
Ese
activismo político continuó con las protestas de mayo de 1968 y Sartre, que
abandonó el partido comunista, adhirió a la extrema izquierda maoísta y
colaboró con los estudiantes rebeldes participando en las Asambleas de la Sorbona ejerciendo su
inmensa influencia intelectual.
Con
afecto.
Javier
Hernando González de Kehrig
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