En
el programa anterior estuvimos hablando de la filosofía de Descartes, que
planteó la duda metódica como un instrumento válido para poder alcanzar un
conocimiento absolutamente cierto, más allá de toda posible duda.
En
este contexto Descartes sostuvo que todo conocimiento sensible resultaba
dudoso, fundando su postura en dos argumentos esenciales: a) las ilusiones de
los sentidos (debería desecharse el saber que los sentidos proporcionan); y b)
los sueños (no existen posibilidades de distinguir con absoluta certeza el
sueño de la vigilia).
Así
las cosas, según el racionalismo, el verdadero conocimiento es aquel que se
logra con la sola y exclusiva ayuda de la razón, es decir, sin ayuda de la
experiencia.
Ahora
bien, el empirismo surge como un movimiento crítico del racionalismo, ya que
sosteniendo una tesis contraria a éste, afirma que todo conocimiento deriva, en
última instancia, de la experiencia sensible, única fuente de conocimiento sin
la cual no sería posible lograr saber alguno.
La
filosofía empirista llevó a cabo una saludable autocrítica de la razón, fijó
sus límites y restringió sus posibilidades asentándola en el ámbito de la
experiencia.
Para
el racionalismo el ideal del conocimiento se hallaba en las matemáticas, donde
los juicios son universales y necesarios, mientras que el empirismo lo
encuentra en las ciencias naturales, cuyos juicios son particulares y
contingentes.
El
conocimiento de las cosas y de los procesos se logra mediante la sensibilidad,
mientras que la razón se limita a ordenar lógicamente los materiales que los
sentidos ofrecen.
Sus
características fundamentales son: a) para conocer el mundo se ha de partir del
propio sujeto, no de la realidad en sí; b) el origen del conocimiento deriva de
la experiencia; c) la mente no contiene ideas innatas, sino que es como una
hoja en blanco que debe llenarse a partir de la experiencia y el aprendizaje;
d) la experiencia es el límite de la capacidad de la mente humana; e) cualquier
idea compleja ha de ser explicada por combinación y mezcla de ideas simples; f)
el método adecuado para dirigir el
pensamiento es el experimental e inductivo; g) es posible conocer las cosas y
sus cualidades físicas pero las cualidades morales o estéticas no pueden
percibirse ni tienen valor cognoscitivo, sino que la guía para la vida humana
es el sentimiento.
El
precursor de esta corriente fue el inglés Francis Bacon quien afirmó que el
único método científico consistía en la observación y la experimentación y construye
una teoría de la inducción, esto es, un razonamiento que va de lo individual a
lo general.
Sin
embargo, el representante más ilustre de esta escuela fue el escocés David
Hume, quien vivió durante el siglo XVIII.
Hume,
que fue un extraordinario escritor y ensayista sostuvo que todo conocimiento,
en última instancia, procedía de la experiencia (externa o de los sentidos o
íntima, esto es, la autoexperiencia).
Su
fuerte residió en una extraordinaria capacidad para el análisis psicológico.
Puso
la razón al servicio de la ética laica y de aspiraciones universalistas con sus
ideas de libertad y derechos humanos.
De
esta manera, el proceso de emancipación del hombre consistirá en erradicar las
supersticiones de creencias dogmáticas y rechazar la tiranía de los mandatarios
totalitarios, eligiendo en la vida propia en libertad.
Su
estudio consistirá en un análisis de los hechos psíquicos de la propia
experiencia, a los que él llamará
percepciones del espíritu (donde el término percepción resulta equivalente a
cualquier estado de conciencia).
A
las percepciones que se reciben de forma directa las llama impresiones, a las
cuales, a su vez, divide en impresiones de la sensación (se relacionan con los
sentidos y están referidas al “mundo exterior”); e impresiones de la reflexión
(vinculadas a la propia interioridad).
Las
percepciones derivadas, a las que Hume llama ideas, pueden ejemplificarse con
los hechos de la memoria o de la fantasía. El recuerdo o la fantasía no son
estados originarios sino derivados de una impresión.
Para
Hume todos nuestros conocimientos derivan, directa o indirectamente, de las
impresiones y el espíritu humano no tiene otra chance como no sea manipular los
materiales que las impresiones suministran, valiéndose para ello de las leyes
de asociación de ideas, de acuerdo con la siguiente clasificación: 1)
asociación por semejanza; 2) asociación por contigüidad en el tiempo y en el
espacio; y 3) asociación por causa y efecto.
En
función de lo hasta aquí señalado, el principio fundamental del empirismo es
planteado por Hume en los siguientes términos:
“...todos
los materiales del pensar se derivan de nuestras sensaciones externas o
internas. Sólo la mezcla y composición de éstas pertenece al espíritu y a la
voluntad....” “...todas nuestras ideas o percepciones más débiles son copia de
nuestras impresiones más vivaces”.
Los
dos argumentos que utiliza Hume para probar el principio empirista se
relacionan con lo siguiente: I) El análisis de nuestras ideas, por más
complicadas o sublimes que sean, en última instancia se reducen siempre a
impresiones; II) Si por defecto del órgano alguien no fuera capaz de
experimentar sensación alguna, tendría la misma incapacidad para formar ideas
correspondientes (un ciego no puede formarse noción de los colores ni un sordo
de los sonidos).
Para
finalizar, Hume concluye que los únicos campos de conocimiento legítimo son las
matemáticas y las ciencias de la naturaleza, ya que el entendimiento humano,
fuera de esos límites, no puede hacer otra cosa sino perderse en falacias y
engaños.
Con
afecto.