miércoles

Columna de Javier Gonzalez

La semana pasada manifesté que Leonardo da Vinci bien podría ser calificado como un arquetipo y símbolo del hombre del Renacimiento. Nacido en Vinci (Florencia) a mediados del siglo XV y muerto en Francia (en la ciudad de Amboise) en 1519, a los 67 años de edad. Pintor, anatomista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Estudió con el célebre pintor Andrea de Verrocchio y sus primeras obras de importancia fueron realizadas en Milán, al servicio del duque Ludovico Sforza. Más tarde trabajó en Roma, Bolonia y Venecia, pasando sus últimos días en Francia, invitado por el rey Francisco I. Su curiosidad infinita y su capacidad inventiva le permitieron alcanzar la estatura de ser considerado, tal vez, como la persona con el mayor número de talentos en distintas disciplinas que jamás haya existido. En su condición de ingeniero, inventor y científico desarrolló ideas y proyectos que, si bien en muchos casos no llegaron a concretarse en la realidad de los hechos por ser muy adelantados a su tiempo, significaron un progreso enorme en áreas tales como las de la anatomía, la ingeniería civil, la óptica y la hidrodinámica. Diseñó el helicóptero, el carro de combate, el submarino y el automóvil. Sin embargo, su fama mayor la obtuvo a partir de la pintura, siendo sus dos obras más célebres “La Gioconda” y “La Última Cena”. La primera de tales obras es una de las más misteriosas en la historia del arte. Pintada al óleo, representa supuestamente a Lisa Gherardini, mujer de Francesco de Giocondo, aunque existen versiones que apuntan a que en realidad se trata de un autorretrato, en versión femenina, de Leonardo. Por otra parte, los historiadores han confirmado la presencia de un código oculto, compuesto de letras y números, que se encuentra disimulado en los ojos de la mujer. En el ojo derecho pueden leerse, con la ayuda de una lupa, las iniciales LV (presumiblemente aluden al nombre del autor), mientras que en el ojo izquierdo se perciben símbolos que aún no han podido ser determinados con certeza, atento lo antiguo de la obra. En 2007 un estudio permitió detectar que los dedos de la mano izquierda quedaron incompletos, no descartándose que se hubiera tratado de un discurso alegórico. Del mismo modo, el manto que la cubre, si bien se pensaba que sólo llegaba hasta las rodillas, se confirmó que también cubre su vientre, lo cual podría resultar un símbolo significativo. Finalmente, desde el punto de vista técnico, fue posible comprobar que da Vinci pintó primero el paisaje del fondo y luego aplicó una capa de transparencia para colocar el retrato en primer plano. Con relación a “La Última Cena” se trata de un pintura mural (4,60 metros del alto por 8,80 metros de ancho) llevada a cabo entre 1495 y 1497, que se encuentra ubicada en una pared del comedor del convento dominico de Santa María delle Grazie, en Milán. A causa de bombardeo sufrido durante la Segunda Guerra Mundial dicha pared fue la única que logró mantenerse en pie. Aunque otros artistas han dado en pintar tan significativa escena bíblica (entre ellos Salvador Dalí), ha sido la obra de Leonardo la que logró cautivar más la imaginación de la gente. El florentino pintó el instante posterior a que Jesús pronunciara las palabras: “...alguno de Ustedes me traicionará”. El personaje central, por supuesto, es Jesús, a quien Leonardo en sus notas de trabajo llama “el Redentor”. Mira hacia abajo y un poco hacia su izquierda, las manos extendidas al frente sobre la mesa, como si ofreciese algo al espectador. Según el Nuevo Testamento, en esta cena Jesús instituyó el sacramento del pan del vino, por lo que sería razonable que hubiera allí, delante de él, algún cáliz o copa de vino. Sin embargo, no existe tal copa, lo cual abona la postura de algunos artistas que creen ver un gesto vacío en esas manos abiertas. Otras teorías se vinculan con la posibilidad de que los cubiertos y los panes de la mesa representen, por su ubicación, notas musicales de una melodía; así como que los cuadros oscuros que están a la izquierda encierren sombras demoníacas. Por otra parte, el presunto apostol Juan resultaría ser en realidad María Magdalena, quien describe junto con Jesús una gran letra “M”, tal como si estuviesen literalmente unidos por la cadera y hubieran sufrido una separación o hubiesen decido apartarse voluntariamente. Surgen entonces las preguntas obvias: quién era la tal “M”?; y porqué era tan importante?. Resulta evidente que Leonardo trató de hacer participar (o recordar) al observador de su obra de cierta información que de otro modo hubiera sido demasiado peligroso efectuar. En otro orden, se ha admitido que el personaje de Judas resulta ser en realidad un autorretrato del propio Leonardo. Para finalizar, transcribo a continuación algunas frases de Leonardo: -La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte. -El ojo recibe de la belleza pintada el mismo placer que de la belleza real. -La pintura es poesía muda, la poesía, pintura ciega. -La sabiduría es hija de la experiencia. -No se puede poseer mayor gobierno, ni menor, que el de uno mismo. -El que no valora la vida, no la merece. -Donde hay más sensibilidad allí es más fuerte el martirio. -Quien poco piensa se equivoca mucho. -Si es posible, se debe hacer reír hasta a los muertos Con afecto Javier Hernando González de Kehrig