Hoy tengo la intención de
hablar de lo que se conoce como vulgarmente como Mayo francés o Mayo del 68 y
del papel que desempeñó una figura descomunal en el campo de la filosofía y del
arte. Me refiero al francés Jean Paul Sartre.
Los
acontecimientos se relacionaron con una cadena de protestas que se llevaron a
cabo, básicamente, en París durante mayo y junio de 1968, durante el gobierno
de Charles De Gaulle (héroe de la resistencia a la ocupación nazi perpetrada en
1940 en el marco de la
Segunda Guerra Mundial), iniciada por grupos de estudiantes
de izquierda contrarios a la sociedad de consumo, a los que luego se unieron
obreros de la industria, los sindicatos y el Partido Comunista francés.
El
resultado de estos sucesos derivó en la mayor huelga de la historia de Francia
e hizo tambalear a un gobierno que no previó la magnitud de las protestas y que
llegó a temer una insurrección de carácter revolucionario.
Sin
embargo, la mayor parte de los sectores participantes no llegaron a plantearse
la toma del poder y las protestas finalizaron cuando De Gaulle anunció las
elecciones anticipadas para el 23 y 30 de junio de 1968.
Lo
ocurrido en Francia, esto es, una ola de protestas encabezadas por sectorres
politizados de la juventud, se extendió durante 1968 a otros países, entre
ellos, las entonces República Federal de Alemania y Checoslovaquia, Suiza,
Méjico, España, Uruguay, Estados Unidos y Argentina.
A
continuación transcribo algunas de las múltiples consignas que aquel momento:
“Somos
demasiado jóvenes para esperar”
“El
patriotismo es un egoísmo en masa”
“Haz el
favor de dejar al Partido Comunista tan limpio al salir de él como te gustaría
encontrarlo entrando en él”
“No
vamos a reinvindicar nada, no vamos a pedir nada. Tomaremos, ocuparemos”
“Dios:
sospecho que eres un intelectual de izquierda”
“El
aburrimiento es contrarevolucionario”
“Seamos
realistas, exijamos lo imposible”
“La
acción no debe ser reacción sino creación”
En mi
opinión, resulta imposible llegar a comprender acabadamente los procesos
sociales si se prescinden de sus múltiples causas.
En tal
sentido me parece pertinente traer a colación una corriente filosófica o de
pensamiento que tuvo su origen en el siglo XIX y que se prolongó
aproximadamente hasta la segunda mitad del siglo XX.
Se
trata del existencialismo y sus seguidores se caracterizaron principalmente por
su reacción contra la filosofía tradicional, centrando su análisis en la
condición de la existencia humana, la libertad, la responsabilidad individual,
las emociones y el significado de la vida.
El
existencialismo podría ser descripto como el rechazo a pertenecer a cualquier
escuela de pensamiento y como el repudio a la adecuación a cualquier cuerpo de
creencias y/o sistemas.
Uno de
sus postulados fundamentales, pertenciente a Sartre, afirma que “la existencia
precede a la esencia”, esto es, que no hay una naturaleza humana que determine
a los individuos, sino que son sus actos los que los determinan.
Esto
incita en el ser humano la creación de una ética de la responsabilidad
individual, apartada de cualquier sistema de creencias externo a él, que busca
superar las moralinas y los prejuicios.
Es
posible encontrar sus antecedentes en las obras de Kierkegaard y de Nietzsche,
y en menor medida en Schopenhauer y en las novelas de Dostoievski (“Crimen y
Castigo”, “El jugador”, “Los hermanos Karamázov”, entre otras).
En el
siglo XX los filósofos más representativos del existencialismo fueron Martín
Heidegger, Karl Jaspers, Jean Paul Sartre, Miguel de Unamuno, Simone de Beauvoir
y Albert Camus.
En los
años 1940 y 50 Sartre, Camus y Simón de Beauvoir dieron a conocer escritos
académicos o de ficción que popularizaron temas existenciales del tipo de la
libertad, la nada y el absurdo.
La
conferencia llevada a cabo en 1946, titulada “El Existencialismo es un
Humanismo”, es considerada el manifiesto del existencialismo. En ella se
plantea que la cultura, por ser pura subjetividad, va cambiando con el tiempo, y el hombre, por
tener conciencia de sí mismo, es un proyecto que se realiza viviendo.
No es
posible hallar una esencia que explique qué es ser hombre, él es responsable de
sí mismo.
El
hombre, sin un Dios que justifique sus valores morales o éticos para legitimar
su conducta, cada vez que elige se enfrenta a sí mismo sin justificaciones o
excusas: está condenado a ser libre.
De este
modo la moral existencialista se asemeja al arte, ya que en ambos casos hay
creación (existencia) e invención (esencia).
En otro
orden, el proceso de descolonización de Asia y de África, en cuyos continentes
Francia conservaba aún sus colonias, se va abriendo paso después de concluida la Segunda Guerra
Mundial.
Los
frentes de liberación nacional coloniales van tomando conciencia de sus
posibilidades de independencia de las metrópolis.
Los
existencialistas y en especial Sartre denuncian la brutalidad y la
injusticia y demandan activamente la
liberación de los países colonizados.
Ese
activismo político continuó con las protestas de mayo de 1968 y Sartre, que
abandonó el partido comunista, adhirió a la extrema izquierda maoísta y
colaboró con los estudiantes rebeldes participando en las Asambleas de la Sorbona ejerciendo su
inmensa influencia intelectual.
Con
afecto.
Javier
Hernando González de Kehrig