El
propósito de esta columna aspira a compartir con Ustedes mi deseo de intentar
alcanzar una quimera: comprender al menos en parte la siempre compleja y
enmarañada realidad, valiéndome para ello de la filosofía, de la historia y del
arte en general.
Sé
que dicho propósito puede sonar demasiado pretencioso y por eso me adelanto
a aclarar que antes que alcanzar ese
objetivo tan elevado, constituye la verdadera finalidad de mi planteo el
recorrer el camino hacia esa búsqueda.
En
este punto me parece importante dejar en claro el lugar desde el cual me dirijo
a quienes pudieran estar escuchándome.
No
me guía la erudición ni el rigor académico (que por otra parte no poseo) y el
motor que impulsa esta aventura está dado exclusivamente por mi curiosidad .
Creo
que el acceso al conocimiento contribuye a ampliar las posibilidades, a “abrir”
las mentes, a derribar prejuicios y en definitiva a convertirnos en mejores y
más complejas personas, y por ende, en individuos con mayores chances de
disfrute.
Me
resulta apasionante poder relacionar, por ejemplo, un acontecimiento histórico,
digamos, el bombardeo de la ciudad de Guernica en el corazón del país vasco en
el marco de la guerra civil española, con el cuadro homónimo de Pablo Picasso,
entendiendo esta obra como una forma de interpretación de aquel acontecimiento
trágico; y a su vez, vincular la novela “El hombre que amaba a los perros” del
cubano Leonardo Padura, en la que relata, entre otras historias, el derrotero de
Ramón Mercader, en su doble condición de integrante del bando republicano en
esa guerra civil que resultó el preludio de la Segunda Guerra
Mundial, y el de asesino de León Trotsky; con la obra de teatro “Los justos” de
Albert Camus, en donde se plantea hasta qué punto una idea pueder justificar el
hecho de matar y morir por ella.
Del
mismo modo, obras de Julio Cortazar como “Rayuela” y “El perseguidor” me
permitieron acceder a un mundo hasta ese entonces desconocido para mí, el del
jazz.
Una
película “Perdidos de Tokio” de la directora Sofía Cóppola y el cuadro de
Edward Hopper titulado “Halcones de la noche” plantean desde diferentes ópticas
una misma cuestión, tan propia del tiempo en que vivimos, la de la soledad.
Los
ejemplos podrían multiplicarse al infinito (hechos de la mitología griega son
citados por el cine, el teatro, la
música clásica y la literatura; los cuentos de Jorge Luis Borges y las
distintas corrientes filosóficas desde las cuales el escritor pergeñó muchas de
sus obras; la debilidad de gobiernos democráticos o monárquicos que engendraron
las condiciones para la irrupción de regímenes totalitarios y su relación con
determinadas corrientes filosóficas, las que aún cuando hubieran sido
interpretadas de manera tendenciosa y arbitraria, fueron utilizadas para
justificar la implementación de tales regímenes).
Por
eso, los invito a que cada uno establezca sus propias relaciones, a partir de
tener una mirada atenta que les permita, a partir de los estímulos que se les
vayan presentando, profundizar aquellos temas que les resulten de interés.
Gracias
a quienes hubieran destinado estos minutos a escucharme y a quienes me
dieron la posibilidad de expresarme.
Ojalá
que estas palabras actúen como disparador para impulsar nuevas búsquedas.
Con afecto