martes

Columna de Javier Hernando González de Kehrig

El propósito de esta columna aspira a compartir con Ustedes mi deseo de intentar alcanzar una quimera: comprender al menos en parte la siempre compleja y enmarañada realidad, valiéndome para ello de la filosofía, de la historia y del arte en general. 
Sé que dicho propósito puede sonar demasiado pretencioso y por eso me adelanto a  aclarar que antes que alcanzar ese objetivo tan elevado, constituye la verdadera finalidad de mi planteo el recorrer el camino hacia esa búsqueda.
En este punto me parece importante dejar en claro el lugar desde el cual me dirijo a quienes pudieran estar escuchándome. 
No me guía la erudición ni el rigor académico (que por otra parte no poseo) y el motor que impulsa esta aventura está dado exclusivamente  por mi curiosidad .
Creo que el acceso al conocimiento contribuye a ampliar las posibilidades, a “abrir” las mentes, a derribar prejuicios y en definitiva a convertirnos en mejores y más complejas personas, y por ende, en individuos con mayores chances de disfrute.
Me resulta apasionante poder relacionar, por ejemplo, un acontecimiento histórico, digamos, el bombardeo de la ciudad de Guernica en el corazón del país vasco en el marco de la guerra civil española, con el cuadro homónimo de Pablo Picasso, entendiendo esta obra como una forma de interpretación de aquel acontecimiento trágico; y a su vez, vincular la novela “El hombre que amaba a los perros” del cubano Leonardo Padura, en la que relata, entre otras historias, el derrotero de Ramón Mercader, en su doble condición de integrante del bando republicano en esa guerra civil que resultó el preludio de la Segunda Guerra Mundial, y el de asesino de León Trotsky; con la obra de teatro “Los justos” de Albert Camus, en donde se plantea hasta qué punto una idea pueder justificar el hecho de matar y morir por ella.
Del mismo modo, obras de Julio Cortazar como “Rayuela” y “El perseguidor” me permitieron acceder a un mundo hasta ese entonces desconocido para mí, el del jazz.
Una película “Perdidos de Tokio” de la directora Sofía Cóppola y el cuadro de Edward Hopper titulado “Halcones de la noche” plantean desde diferentes ópticas una misma cuestión, tan propia del tiempo en que vivimos, la de la soledad.
Los ejemplos podrían multiplicarse al infinito (hechos de la mitología griega son citados  por el cine, el teatro, la música clásica y la literatura; los cuentos de Jorge Luis Borges y las distintas corrientes filosóficas desde las cuales el escritor pergeñó muchas de sus obras; la debilidad de gobiernos democráticos o monárquicos que engendraron las condiciones para la irrupción de regímenes totalitarios y su relación con determinadas corrientes filosóficas, las que aún cuando hubieran sido interpretadas de manera tendenciosa y arbitraria, fueron utilizadas para justificar la implementación de tales regímenes).
Por eso, los invito a que cada uno establezca sus propias relaciones, a partir de tener una mirada atenta que les permita, a partir de los estímulos que se les vayan presentando, profundizar aquellos temas que les resulten de interés.
Gracias a quienes hubieran destinado estos minutos a escucharme y a quienes me dieron  la posibilidad de expresarme.
Ojalá que estas palabras actúen como disparador para impulsar nuevas búsquedas.
Con afecto